Valencia Press Club

Sentí lo que en mis tiempos del Club de Roma. Alcances y ámbitos diferentes, pero la misma facilitación del fluir intelectual, gracia a menudo esquiva en Venezuela. País ocupado en otras cosas o convertido en campo de trincheras. Las trincheras protegen, pero son para la guerra. En algunos ambientes, ayuda desnudar la reflexión y exponerla al juicio de otros. Más, si calificados. Eso hice para no perder la oportunidad de la invitación del Valencia Press Club a conversar sobre nuestra vinculación a los esfuerzos de concreción de consensos nacionales durables alrededor de temas propios a un modelo de país exitoso, dables por la vía de acuerdos formales. Sentí lo que en mis tiempos del Club de Roma. Alcances y ámbitos diferentes, pero la misma facilitación del fluir intelectual, gracia a menudo esquiva en Venezuela. País ocupado en otras cosas o convertido en campo de trincheras. Las trincheras protegen, pero son para la guerra. En algunos ambientes, ayuda desnudar la reflexión y exponerla al juicio de otros. Más, si calificados. Eso hice para no perder la oportunidad de la invitación del Valencia Press Club a conversar sobre nuestra vinculación a los esfuerzos de concreción de consensos nacionales durables alrededor de temas propios a un modelo de país exitoso, dables por la vía de acuerdos formales.

Lo primero fue dejar sentado –por escrito, en un aide-mémoire para todos- que un esfuerzo como el que cumplimos no es un evento nuevo en nuestra historia. Que con menor o mayor estructuración o vías más tradicionales, el país atesora una historia de más de dos siglos de esfuerzos en el mismo sentido. Nuestra apuesta se orienta a lo mismo de los constituyentes de 1811, los que han mantenido vivo lo que nuestro mayor historiador, el Doctor Germán Carrera Damas, llama el Proyecto Nacional Venezolano y los promotores del Pacto de Puntofijo, hito mundial de acuerdo político apoyado en un Proyecto. Pero -que quede claro-, no se trata sólo de respeto a la historia.

Lo que hacemos es, antes que nada, una anticipación de futuros. Cultores de la prospectiva como somos, hemos tenido, además, la fortuna de ser receptores de las utopías y angustias de muchos adultos jóvenes, en las aulas universitarias, prestos al ejercicio profesional o iniciándose en él, dispuestos a la conquista de lo más difícil, pero con el peso muerto de un entorno que los agobia y limita. Más aún, hemos mantenido siempre una trayectoria cercana a lo que ahora realizamos: facilitación de visiones compartidas, tejido de acuerdos y formalización de compromisos.

Nuestra aproximación a lo que se realiza se anota, entonces, en un proceso de largo discurrir, sisifiano, de búsqueda de una especie de Dorado conceptual, paradigmático, asociado a la honra de un pueblo, que, con sus estigmas, no es cualquier pueblo americano. El modelo liberal democrático expresado en las constituciones de 1811, 1819 y 1821, lucha contra al menos tres modelos desplegados en la historia nacional: el liberal autoritario, el democrático estatista-mercantilista y el autoritario estatista. En esa compleja historia, contradictoria, se enmarca nuestra propuesta.

Con ella, acotada temporalmente, asumimos, en un reciente tiempo turbulento, la formulación de nuestro “Proyecto Nacional de Paz y Progreso”, intento parcial –así siempre la hemos manejado- mitad metódico, mitad de contenidos, para 1) comprender bien el carácter conflictivo del proceso político venezolano, 2) disponer de una visión que supere, por la vía de incentivos, el carácter rentista de la economía venezolana, de modo que comience a generar efectos virtuosos de largo plazo sobre el resto de las esferas de la vida nacional 3) asentar la vida política sobre pactos sociales y de gobernabilidad orientados al largo plazo, 4) reconocer la imperiosidad de una transición definida como tal y no como mero slogan o trámite, y 5) predefinir, igualmente, la consolidación y transformación posteriores.

Con él, sistematizado, avanzamos a la convocatoria que abre el Proyecto Bicentenario, que evaluará el nivel y calidad del avance a la disponibilidad de un Proyecto de País resultante de diversas iniciativas y dispondrá de la evaluación de la actualización del Proyecto Nacional Venezolano. Para con ello, entonces, avanzar al esfuerzo de ingeniería social dirigido al acuerdo nacional sobre un modelo de país satisfactorio a las mayorías.

Tal como dije, los venezolanos ya conocimos la “tecnología” social de los proyectos políticos como vehículos de honra del Proyecto Nacional. Nos toca ahora actualizarla.

* Santiago José Guevara García

sjguevaragarcia@gmail.com / @SJGuevaraG1, en Twitter

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Santiago José Guevara García*

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