Los dos bandos se vieron las caras a mediados del mes de agosto, en un gesto ya relevante habida cuenta del desprecio público que se han profesado durante los últimos años, marcados por una bicefalia en la que, frente a Maduro, el opositor Juan Guaidó se ha reivindicado ante Venezuela y el mundo como ‘presidente encargado’ y, por tanto, legítimo.
Sin embargo, la creciente presión internacional sobre el chavismo, a golpe de sanciones, y la falta de logros en la estrategia opositora llevaron a las partes a avanzar hacia un proceso de diálogo en el que México hace las veces de anfitrión y Noruega de mediador, bajo la premisa común de que cualquier acuerdo que se selle debe suscribirse sin injerencias externas.
Los primeros contactos de agosto dieron como resultado el compromiso de sentarse de nuevo a la mesa del 3 al 6 de septiembre, ya con una ‘hoja de ruta’ más clara, pero con un mensaje que suena ya a conocido en Venezuela tras varios procesos fallidos de diálogo.
«La negociación se dará bajo el principio de que nada está acordado hasta que todo lo esté», reza el memorando de entendimiento, que sí abre la puerta a «celebrar acuerdos parciales» si se considera que hay una necesidad «urgente» de ponerlos en práctica.
En la mente de todos están las elecciones regionales y locales del 21 de noviembre, en las que por primera vez en tres años se ha ofrecido a participar la Plataforma Unitaria, que recupera de nuevo la bandera común de la Mesa de la Unidad Democrática (MUD), con la que la oposición consiguió sus últimos éxitos electorales.
Los partidos del denominado G4 –Voluntad Popular, Acción Democrática, Primero Justicia y Un Nuevo Tiempo– asumen que «no serán unas elecciones justas ni convencionales», pero también ven en ellas «un terreno de lucha útil para fortalecer a la ciudadanía e impulsar la verdadera solución», esto es, la convocatoria de presidenciales y parlamentarias «libres».
Guaidó, miembro de Voluntad Popular, ha evitado sumarse inmediatamente a este llamamiento a la participación, por el que abogó en un primer momento el excandidato presidencial Henrique Capriles, más partidario de abrir nuevas estrategias y de entablar contactos alternativos.
UNA AGENDA AMBICIOSA
El memorando plantea ambiciones en materia de «derechos políticos», «garantías electorales», «convivencia política» o «protección de la economía». También plantea «levantamiento de las sanciones» y «restauración de derecho a activos» que permanecen congelados a día de hoy, una de las grandes reivindicaciones de Maduro y su entorno.
Sin embargo, los dos principales impulsores de sanciones, Estados Unidos y la Unión Europea, ya han dejado claro que no revisarán los castigos hasta que haya avances «significativos» en el diálogo. Ambos han reclamado la celebración de elecciones con garantías y el bloque europeo ha comenzado a tantear el terreno para una posible misión de observación electoral.
El ministro de Asuntos Exteriores español, José Manuel Albares, también ha mantenido esta semana contactos con las distintas partes, incluido el nuevo canciller de Venezuela, Félix Plasencia, que acaba de tomar las riendas de la diplomacia venezolana tras el relevo de Jorge Arreaza, que seguirá no obstante vinculado al Gobierno.
Albares también ha hablado por parte chavista con el encargado de negocios de Venezuela en España, Mauricio Rodríguez, mientras que en el lado opositor ha conversado con Capriles y con Leopoldo López, compañero de partido de Guaidó y residente en España.
CUESTIÓN DE MENSAJES
A la espera de los posibles consensos, Gobierno y oposición se esfuerzan por dejar claro que, por el momento, no han accedido a ninguna de las pretensiones del contrario, un pulso que se agudizado tras el anuncio de la Plataforma Unitaria sobre su futura participación electoral.
«Me voy a sentar en mi butaca, con el televisor prendido (…) a ver a Guaidó votando el 21 de noviembre y allí aplaudiré porque logramos incluirlo en la democracia», declaró Maduro esta semana, aparentemente satisfecho por evitar escenarios como los de las presidenciales de 2018 o las parlamentarias de 2020, cuando el chavismo no tuvo rivales de entidad.
Guaidó se apresuró a contestar al mandatario en Twitter para recordarle que queda mucho por hacer: «Todos sabemos que hoy no hay condiciones ni garantías para una elección libre y justa. «Tanto, que estás sentado como contraparte en un proceso de negociación internacional que busca esas garantías electorales, políticas y un cronograma de elecciones», añadió en referencia al diálogo.