Al menos 3.148 personas han muerto a manos de la Policía de Brasil durante los primeros seis meses del año, lo que supone un 7 por ciento más con respecto a las cifras del año pasado por estas mismas fechas, cuando se confirmaron 2.934 fallecidos.
Asimismo, el número de agentes de la Policía brasileña que ha muerto tanto en acto de servicio, como fuera de sus funciones profesionales, también ha crecido un 24 por ciento, pasando de los 83 del primer semestre de 2019, a los 103 de estos días.
Los datos han sido publicados por el portal de noticias G1, de la red Globo, en base a las cifras oficiales que manejan los departamentos de seguridad de los distintos estados y el Distrito Federal, aunque Goiás no ha facilitado sus números.
El estudio incluye las muertes ocurridas por homicidios, en robos y como producto de lesiones durante enfrentamientos entre civiles y agentes de la ley.
Después de dos años de caída en el número de asesinatos, la violencia registrada en Brasil en los primeros seis meses de 2020 ha crecido un 6 por ciento, pese a las restricciones de libertad de movimientos impuestas para hacer frente al avance del coronavirus en el país, que recientemente ha superado los cuatro millones de casos y se aproxima a las 125.000 muertes.
Los cinco estados con mayor tasa de letalildad policial por cada 100.000 habitantes han sido Amapá, en el norte del país, con 8,1 homicidios; Sergipé, en el este, con 4,6; y Río de Janeiro, sureste de Brasil, con 4,5.
Sin embargo, el estado carioca ha sido el que mayor número de muertes totales a manos de la Policía ha registrado entre enero y junio, 775.
En cuanto a la tasa de policías muertos, ésta es de 1,5 por cada 100.000 habitantes, siendo Río de Janeiro, el que mayor índice ha registrado, 0,5 por cada 1.000 agentes; mientras que Sao Paulo es el estado con mayor número de policías asesinados, 28.
LÓGICA DE GUERRA
«La lógica utilizada es la de la guerra, donde no encaja el marco de controles democráticos y los límites impuestos por las leyes. La narrativa que presenta la policía es que el enemigo siempre está bien armado y se enfrenta con potencia de fuego rea», señalan Renato Alves y Fernando Salla de la Universidad de Sao Paulo.
Ambos coinciden en señalar que incluso en medio de la crisis de la COVID-19, que provocó medidas de aislamiento social en casi todo el país, la violencia letal aumentó, pese a que las cifras sobre robos y delitos a la propiedad también disminuyeron.
En ese sentido, señalan que esto daros «evidencian de la incapacidad» de las autoridades para implantar «una política nacional de seguridad pública capaz de preservar la vida de todos los ciudadanos».
«En este contexto, ‘matar o morir’ es imperativo. En esta lógica, tanto las circunstancias como la vida están permanentemente en riesgo. Aunque unos pierden más que otros, la mayoría pierde, porque nadie está a salvo, sean ciudadanos, gente corriente o la propia Policía», apuntan.
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