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Los inversores empiezan a desconfiar en la presidenta brasileña Dilma Rousseff

Desilusión en el mercado

La debilidad de la economía de Brasil y la creciente intervención del Gobierno está haciendo que cueste más asegurar los bonos contra impago. Esto ha hecho, entre otras razones, que los inversores empiecen a perder la confianza en la presidenta Dilma Rousseff. La debilidad de la economía de Brasil y la creciente intervención del Gobierno está haciendo que cueste más asegurar los bonos contra impago. Esto ha hecho, entre otras razones, que los inversores empiecen a perder la confianza en la presidenta Dilma Rousseff.

Los cambios de riesgo crediticio que protegen los bonos brasileños en dólares contra impago por cinco años han avanzado más de tres puntos básicos, hasta llegar a los 108 en el último mes, así lo ha asegurado el proveedor de datos CMA.

Semejantes datos han caído en Rusia, China y el Banco Estatal de la India en el mismo período, lo que hace que los posibles inversores se echan para atrás a la hora de destinar sus esfuerzos en los países Bric (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica).

En el caso de Brasil, en concreto, los inversionistas no pueden dejar de cuestionar el modo que ha tenido la presidenta de hacer las cosas: las rebajas de impuestos, las intervenciones en la moneda y el intento de reducir las tarifas eléctricas. Todo ello no logra reactivar el crecimiento en la mayor economía de Latinoamérica.

De hecho, la economía brasileña ha crecido un 0,9% interanual en el tercer trimestre, por debajo de las estimaciones de los analistas y menos de la mitad del índice de 3,3% en el que se ha ubicado México en el mismo periodo.

Según apunta el medio chileno La Tercera, la estrategia de crecimiento basada en el impulso gubernamental que ideó Rousseff ha llevado a errores, como “intervenir en el sector energético, que ha alejado a los inversores”. Estas palabras las ha tomado el periódico de Paulo Bilyk, el director de inversiones en Río Bravo Investments SA

Ha señalado que hay una “ausencia general de visión clara y una particular incompetencia en la ejecución de los planes”. Ha añadido también que “detrás de estas medidas, está la creencia de que el Estado debe ser una mano que guíe una parte muy significativa de la economía”.

En cualquier caso, el Gobierno parece no estar de acuerdo con todas estas críticas. Así lo ha señalado el ministro de Economía, Guido Mantega, en una entrevista. Según él, “no es verdad que seamos intervencionistas, aunque hemos hecho reformas a pesar de que algunas de ellas son dolorosas e irían contra intereses muy minoritarios”.

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