Goldman Sachs ha reinventado el dilema del prisionero que se estudia en las facultades de Economía. Ahora, son los inversores los que se juegan el pellejo en función de si los pandilleros de Boston se comportan como ciudadanos ejemplares o si tienen que pasar una temporada entre rejas. El gigante financiero Goldman Sachs ha reinventado el dilema del prisionero que se estudia en las facultades de Economía. Ahora, son los inversores los que se juegan el pellejo en función de si los pandilleros de Boston se comportan como ciudadanos ejemplares o si por lo contrario, tienen que pasar una temporada entre rejas.
Las apuestas sobre el civismo en la capital de Massachusetts tienen nombre propio: bonos de impacto social. Este es el nombre que el banco neoyorquino ha querido dar a este peculiar método de inversión con el que financia las arcas públicas del Estado de la Costa Este. Si los pandilleros no delinquen en el periodo de tiempo acordado para cada emisión de estos peculiares bonos, Goldman Sachs y sus inversores salen ganando. Si terminan en chirona, se produce una curiosa situación de impago sin seguros que valgan y la inversión salta por los aires.
El tutor del programa es una asociación sin ánimo de lucro llamada Roca que busca mantener a los jóvenes del área de Boston lejos del tráfico de drogas, los robos, asaltos, la violencia y los asesinatos.
Si los chicos escogidos por la institución para su programa de acompañamiento pasan en prisión un 22% menos de tiempo que sus quintos, el Estado de Massachusetts ahorrará tanto dinero como para repagar nueve millones de dólares del préstamo concedido por Goldman Sachs.
Goldman Sachs se asegura beneficios de hasta un millón de dólares si el tiempo de estancia entre rejas es incluso menor al porcentaje de referencia. En caso de que sea mayor, la gigante de Wall Street pierde la parte que corresponda a los 21 millones de dólares que ha apostado en este peculiar proyecto.
Según cálculos del propio Estado de Massachusetts, el hecho de que un pandillero dentro del programa Roca no vaya a la cárcel por espacio de un año le genera ahorros de 12.400 dólares que puede destinar al pago de sus deudas. Si se pudiera conseguir cerrar un penal con capacidad para 300 personas y no invertir fondos en nuevas instalaciones penitenciarias, el ahorro podría dispararse hasta los 47.500 dólares por persona y año.
Con el programa, el banco neoyorquino busca impulsar su vertiente social a la par que facilita que las administraciones públicas dispongan de fondos para hacer frente a sus gastos y operaciones financieras gracias a unas comunidades más seguras. El vicepresidente de Inversiones Urbanas de Goldman, Andrea Phillips, ha destacado que este novedoso programa de bonos de impacto social no sigue una estructura muy distinta a la de las inversiones tradicionales.
En su opinión, «se confía en un equipo de gestión, en su capital humano, en los tipos que trabajan en sus plantas y hacen y ofrecen lo que se supone que deben hacer». En este caso, el equipo gestor es Roca y las peculiares acciones de referencia, los chavales más conflictivos de una de las ciudades con más historia de los EEUU.