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AMÉRICA EN FOCO...

El enviado

Toda América Latina rebosa de gozo, no sólo hay un nuevo papa, además ha sucedido lo inimaginable: en el cónclave fue elegido un argentino. El cardenal Jorge Mario Bergoglio, que era hasta hace unos días el arzobispo de Buenos Aires, hoy es Francisco, obispo de Roma y cabeza de la Iglesia Católica e Toda América Latina rebosa de gozo, no sólo hay un nuevo papa, además ha sucedido lo inimaginable: en el cónclave fue elegido un argentino. El cardenal Jorge Mario Bergoglio, que era hasta hace unos días el arzobispo de Buenos Aires, hoy es Francisco, obispo de Roma y cabeza de la Iglesia Católica en el mundo.

A la sorpresa de su designación y del nombre emblemático por el que optó (los nombres de los papas acostumbran insinuar una directriz pastoral) se han sumado también otros factores positivos como la serenidad y empatía con que se presentó tras ser elegido ante los fieles congregados en la plaza de San Pedro. De manera sencilla, directa y emotiva.

Ese era el primer desafío y lo afrontó sin demora: había que dar señales al mundo de que era la hora de renunciar al boato y a los oropeles vaticanos y de acercarse con el lenguaje y los gestos a la gente. Lo hizo y demostró que piensa prolongar en su papado la línea de conducta inalterable que concede a los hechos mucho más valor que a las palabras y que ha seguido desde sus primeros pasos como pastor. La multitud lo aprobó con manifiesto entusiasmo. Y en todo el mundo, gracias a la televisión, tuvimos la impresión de estar de alguna manera presentes en ese acontecimiento tan importante.

El papa Francisco llega con un mensaje directo quiere una iglesia pobre para los pobre. Algo que sin duda sabían los cardenales cuando, en el cónclave, decidieron optar por Bergoglio, contra todo pronóstico, tras haberle relegado en la ocasión anterior cuando si estaba entre los favoritos pero finalmente fue derrotado por Ratzinger, el actual Papa emérito.

Pero esta vez ganó Bergoglio. Además, ahora su condición de argentino descendiente de italianos le otorgaba un carácter de personalidad puente entre Europa y América, entre lo tradicional y lo moderno que conviene a los tiempos en los que tendrá que desarrollarse su papado.

Y, como decíamos antes, ha optado por llamarse Franciso. Reflejo de Francisco de Asís, conocido como el santo de los pobres, que fundó la orden Franciscana, con el acento en las virtudes derivadas de la austeridad. Y también de San Francisco Javier, el evangelizador y uno de los primeros compañeros de Ignacio de Loyola, fundador de la Compañía de Jesús, de la que Bergoglio forma parte.

Estas son dos buenas pistas sobre lo que el Santo Padre espera de su propio pontificado. Un periodo lleno de desafíos como expulsar del templo a los mercenarios de la banca vaticana, a los pederastas y a quienes les protegieron, a quienes se congraciaron con las dictaduras y a quienes abandonaron a los pobres, se convirtieron en adictos al lujo y se olvidaron de la austeridad y la vocación de servicio. Si Francisco lo logra, y muchos rezarán por ello, se habrá producido el milagro que esperan los católicos y la revolución de la que dudan los laicos.

No debemos olvidar, para saber de verdad de quién estamos hablando, las recordadas palabras que pronunció en 2009:»Los derechos humanos no se violan sólo por el terrorismo, la represión o los asesinatos, sino también por las condiciones de extrema pobreza y las estructuras económicas injustas que originan las grandes desigualdades».

El titánico desafío de Francisco, a quien muchos ya ven como el gran reconstructor, es, sin lugar a dudas, sacar al Vaticano del ojo de la tormenta y para conseguirlo debe conseguir que la Iglesia de un giro de 180 grados. Ha sido elegido para poner la casa en orden, regenerándola y limpiado a fondo sus vicios, tras los múltiples escándalos que en los últimos meses se han conocido. Tal vez por eso, antes de dar su bendición a los miles de fieles que se concentraban en la plaza de San Pedro, les solicitó que pidieran por él.

El jefe de los católicos deberá enfrentar una serie de problemas de gravedad extrema. De algunos depende la supervivencia de la Iglesia, de otros las caracteristicas con que el mensaje llegue a las sociedades para contribuir a la reconstrucción moral de occidente.

La primera batería de cuestiones apunta directamente a lo más profundo de Iglesia misma. La corrupción financiera, las luchas políticas internas, la pérdida de adhesiones activas e incluso, más allá de sus daños sociales, la pedofilia, son algunos de los síntomas del derrumbe interior que se ha producido y son cuestiones que salpican mayormente a la Iglesia y a su futuro.

Y si Francisco no sale victorioso del reto es probable que lo mejor que pudiera pasarle a la Iglesia sería convertirse en una ONG piadosa. Pero no es esta la idea de Bergoglio que también se propone evitar que el catolicismo no caiga en la total irrelevancia. Porque podría suceder, ya que ni siquiera esta organización, que quizá tenga la perdurabilidad asegurada, podrá sobrevivir si se divorcia de su razón de ser, de su primario objetivo. Si la separación se consuma o desaparecerá o sufrirá una transformación, pero en todo caso deja de ser lo que era.

La idea de la eternidad de la Iglesia fue borrada de un plumazo por las firmes actitudes del Sumo Pontifice. Sobre la gravedad de estos asuntos no existe mucho lugar para la duda. Lo acontecido en los ultimos días da fe de ello. Un verdadero tsunami en el Vaticano que ha producido la renuncia de un papa y la elección por primera vez en la historia, de un cardenal del fin del mundo, son hechos que muestran a las claras que no hay tradición que se respete cuando la supervivencia está en juego.

La segunda situación problemática es aquella cuya solución excede a la institución, y afecta al comportamiento de los humanos y al desenvolvimiento de las sociedades, asuntos,que a diferencia de los primeros, emergen de los pasillos del Vaticano. El aborto, el matrimonio entre personas del mismo género, el uso de anticonceptivos, el celibato de los sacerdotes, el sacerdocio de las mujeres. La esperanza es que en estos temas la Iglesia no dañe a la sociedad. Sin embargo, es muy difícil que esto suceda. Francisco parece rechazar esos cambios y, además, si los encarara abriría más frentes de tensión interna.

Finalmente, hay un tercer tipo de cuestiones. Se trata del papel de la Iglesia en una civilización que atraviesa un momento de enorme debilidad, pruebas al canto Occidente, donde sociedades y gobiernos, derraman debilidades inquietantes, crisis de valores, y crisis moral, a las que inevitablemente se suman la decandencia y la degradación.

Se hace camino al andar, Francisco en su primera reunión con el cuerpo diplomatico de los 180 paises acreditados ante la Santa Sede,mantenida en la Sala Regia del Palacio Apostolico Vaticano, explicó que no solo hay que luchar contra la pobreza material, sino ademas contra la espiritual, calificándose a sí mismo como constructor de puentes y asegurando que no se pueden vivir auténticas relaciones con Dios ignorando a los demás.

Y también ha destacado la importancia de intensificar las relaciones con el Islam, con las otras religiones y con los ateos. No se pueden construir puentes olvidandose de Dios. Quizá este sea el momento de la verdad, de la reconstrucción, Francisco, el enviado del Señor, será el encargado de enfrentar muchas tempestades. Sus primeros golpes de timón, nos reconfortan, recemos por él y que así sea, por el bien de toda la humanidad.

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