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Piñera cambia de cartera a sus ministros para recuperar la iniciativa política en Chile

La dramática caída de popularidad que vive Sebastián Piñera y los numerosos conflictos sociales que sacuden Chile cada semana, habían levantado una miríada de rumores en el país acerca de una posible modificación ministerial que insuflara algo de aire fresco en el maltrecho Gobierno del país. Una modificación esperada que Piñera finalmente ha convertido en una revolución, conservadora, eso sí, cuyos dos puntales más relevantes han sido el traslado de Laurence Golborne, el delfín del oficialimo, de Energía y Minería a Obras Públicas, y la retirada de Joaquín Lavín, que pasa a Planificación, al frente de Educación, muy afectado por las últimas protestas estudiantiles. Sin embargo, la reforma ha sido más en la forma que en el fondo, ya que sólo han entrado en el gabinete dos caras nuevas. La dramática caída de popularidad que vive Sebastián Piñera y los numerosos conflictos sociales que sacuden Chile cada semana, habían levantado una miríada de rumores en el país acerca de una posible modificación ministerial que insuflara algo de aire fresco en el maltrecho Gobierno del país. Una modificación esperada que Piñera finalmente ha convertido en una revolución, conservadora, eso sí, cuyos dos puntales más relevantes han sido el traslado de Laurence Golborne, el delfín del oficialimo, de Energía y Minería a Obras Públicas, y la retirada de Joaquín Lavín, que pasa a Planificación, al frente de Educación, muy afectado por las últimas protestas estudiantiles. Sin embargo, la reforma ha sido más en la forma que en el fondo, ya que sólo han entrado en el gabinete dos caras nuevas.

A pesar de la buena marcha de la economía, según una encuesta de Adimark la popularidad de Piñera ha caído a un bajísimo 31%, y el rechazo a su gestión ha ascendido a un 60%. La opinión pública chilena, la oposición e incluso parte del oficialismo han presionado de tal manera al presidente que la situación se ha precipitado y Piñera ha tenido que llevar a cabo los relevos ministeriales. Además de mantener a Rodrigo Hinzpeter al frente de Interior, Piñera ha cambiado a la ministra secretaria general de Gobierno, Ena von Baer por Andrés Chadwick, senador de la Unión Democrática Independiente (UDI). Los cambios son pues los siguientes:

– Laurence Golborne, considerado el delfín de Piñera y con buena valoración en las encuestas, deja Energía y Minería y asume Obras Públicas, un ministerio con visibilidad en Chile, con la clara voluntad de cimentar su imagen entre los chilenos.

– Hernán de Solminihac abandona Obras Públicas y asume Minería.

– Fernando Echeverría, intendente de Santiago, asume Energía.

– Joaquín Lavín, cuya popularidad había caído un 24% en las últimas semanas por el conflicto con los estudiantes, abandona Educación y pasa a Planificación, que abandona Felipe Kast.

– Felipe Bulnes, titular hasta esta mañana de Justicia, pasa a Educación.

– Teodoro Ribera asume la cartera de Justicia en sustitución de Bulnes.

– Pablo Longueira es el nuevo titular de Economía, que abandona Juan Andrés Fontaine. Éste último suena en las encuestas como posible candidato a presidir el Banco Central en un futuro no muy lejano.

Como señalan medios chilenos, Piñera ha sondeado durante el fin de semana a miembros de la Unión Democrática Independiente (UDI) y de Renovación Nacional (RN), parte de la alianza de gobierno, con vistas a efectuar estas modificaciones en el gobierno. La petición de un cambio habría llegado no sólo de la ciudadanía, que con sus sucesivas movilizaciones ha dejado claro su disgusto con el gabinete, sino del propio oficialismo, que, asustado por la caída de Piñera en las cuentas, desea evitar que la debacle del presidente arrastre a la Coalición por el Cambio, el grupo oficialista que aglutina a diversos partidos chilenos de tendencia conservadora, en las elecciones presidenciales de 2014.

La expectación en Chile había crecido al respecto después de que Piñera afirmara la semana pasada en un acto público que “tenemos muchos problemas, y estoy muy consciente de ello”, y que “también sé que el Gobierno ha cometido errores, y estamos trabajando no solamente para reconocer los errores, sino también para corregirlos”. Unas declaraciones que muchos interpretaron, correctamente, como un preludio de un cambio inminente. El hecho de que Piñera se reuniera con los presidentes de RN, Carlos Larraín, y de la UDI, Juan Antonio Coloma, durante el fin de semana ha hecho que la opinión pública diera por sentado que habría relevos en el gobierno.

Con estos cambios Piñera intenta salvar los muebles y recuperar algo de crédito ante una ciudadanía que le viene hostigando en las últimas semanas. Los conflictos con los mineros de Codelco, cuyo paro masivo realizado esta semana ha sido el colofón a un largo periodo de desencuentros con el Gobierno, y las protestas estudiantiles de las últimas semanas han creado un clima explosivo en Chile, cuyo efecto más inmediato sobre Piñera ha sido un desplome de su popularidad, según datos de la empresa Adimark, hasta un depauperado 31%. Como recoge la misma encuesta, además, el 60% de los entrevistados desaprueba la gestión del presidente conservador. Ambos datos vuelven a batir récords en mala valoración ciudadana de un presidente desde que retornó la democracia a Chile en 1990.

Aparte del estudiantil, Piñera tiene abiertas otras dos fuentes de conflictos sociales. Por un lado, la presión ciudadana contra el proyecto energético insignia de su gobierno, HidroAysén (que prevé la construcción de cinco presas en La Patagonia) y al que se opone un 74% de los chilenos, debido a su fuerte impacto medioambiental, ha generado un clima de tensión y protesta que le ha pasado factura a Piñera, que además ha tenido que ver cómo un tribunal paralizaba la puesta en marcha del proyecto por las dudas que genera su gestación.

El cambio de gobierno supone un golpe de timón de Piñera, que busca así recuperar la iniciativa política que ha perdido a ojos de los electores. El baile de ministros entre las diferentes carteras, y su no sustitución por caras nuevas, presupone un cierto conservadurismo dentro del oficialismo, que ha preferido enrocarse a iniciar un cambio que supusiera una ruptura real con el pasado inmediato del gobierno de Piñera.

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