Hay artistas, como la banda barcelonesa Odio París, que han aprendido a crear belleza sonora con la sutileza refrescantes que aporta una buena melodía, aunque se presente sumergida bajo el peso de una capa instrumental neblinosa, donde la distorsión emborrona y matiza los sentimientos. Hay artistas, como la banda barcelonesa Odio París, que han aprendido a crear belleza sonora con la sutileza refrescantes que aporta una buena melodía, aunque se presente sumergida bajo el peso de una capa instrumental neblinosa, donde la distorsión emborrona y matiza la fortaleza de las tormentas sentimentales.

Claro que sin una materia prima de calidad nunca hay posibilidades de llegar muy lejos. Y los componentes de Odio París parecen tenerlo claro. La buena noticia es que para ellos, las canciones parecen ser el componente fundamental de la fórmula secreta con que logran impregnar el ambiente de ruidos brumosos y ensoñadores.

Su particular manera de poner al día la vieja receta del ‘shoegaze’, les emparenta con banas como A Sunny Day In Glasgow, y otros jóvenes leones del género que practicaron con éxito en la década de los noventa bandas ruidosas y entusiastas como The Jesus and Mary Chain o My Bloody Valentine.

Arquitectos puntillosos de melancólicas murallas de sonido, constituidas a la vez como envoltorios y como cartografías de esos paisajes sonoros neblinosos que requieren del trazo grueso, y a ratos sombrío, que aportan siempre unas guitarras distorsionadas sobre una pulsión rítmica constante.

Un formato que ha logrado mantenerse en vigor en el siglo XXI y que cuenta con una nutrida afición extendida a lo largo y ancho del mundo, un grupo entusiasta que ya ha ‘detectado’ el trabajo de Odio París, cuyo disco más reciente ‘Cenizas y Flores’ ha obtenido críticas positivas en publicaciones especializadas de EEUU y Colombia, por ejemplo.

Mientras, la banda sigue creciendo a ojos vistas sobre los escenarios y el contacto directo con el público parece haber dotado a su sonido de una mayor contundencia. Tal vez, por eso, en el nuevo single, extraído de su último álbum, ‘Arder y adiós’, han acelerado un tanto las guitaras y han hecho unos cuantos cambios en los arreglos. No se lo pierdan.

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Odio París

Rafael Alba

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