En la publicidad de su discográfica, el cantante argentino Daniel Melingo aparece representado como la réplica porteña de Tom Waits o Paolo Conte y la comparación, sin duda, es muy acertada. En la publicidad de su discográfica, el cantante argentino Daniel Melingo aparece representado como la réplica porteña de Tom Waits o Paolo Conte y la comparación, sin duda, es muy acertada.
Melingo, pura historia del rock nacional argentino desde su lejana militancia en Los Abuelos de la Nada, tiene ya aliento de clásico y una fórmula propia para estremecer los corazones cuando reinventa un repertorio mil veces revisado por muchos otros.
Los ingredientes de esta fórmula secreta, basada en la distancia y la ironía como herramientas con las que afrontar el peor de los dramas, siguen presentes en ‘Linyera’, su disco más reciente.
Un álbum al que corresponde la difícil tarea de hacer olvidar al magnífico ‘Corazón y Hueso’ de 2011, y que lo consigue, más o menos, porque ya se sabe aquello de que para gustos hay colores.
El título, palabra en lunfardo cuyo significado abarca conceptos del castellano, como vagabundo, mendigo o antisistema, sirve para agrupar una colección de canciones en la que caben desde Yupanki a Violeta Parra, convenientemente envueltos por la magia propia del artista que hoy nos ocupa.
Entre el tango, el blues y la chanson francesa, la visión única de este veterano trovador, le ha concedido ya una merecida fama en algunos mercados europeos y en los ambientes culturales ‘exquisitos’ de Latinoamérica. España, sin embargo, aún le ignora. Algo que, sin duda, debería cambiar de inmediato.