Según estos datos, la deforestación en este bioma cayó un «33 por ciento», pasando del millón de hectáreas destruidas en 2023 a las 712.000 del año pasado.
Los especialistas apuntan como causa de la caída a las nuevas políticas públicas que se pusieron en marcha en los últimos meses para intentar frenar la destrucción de la vegetación nativa.
No obstante, a pesar de la reducción, la primera en cinco años, los investigadores alertan que el área aún es muy grande ya que representa casi el doble de lo que se deforestó en la Amazonía el año pasado.
El principal motivo de la deforestación es la agricultura dedicada a las plantaciones de maíz, soja o algodón de Brasil.
Además, la legislación no es tan restrictiva como en la Amazonía: si en la selva los propietarios rurales sólo pueden deforestar el 20 por ciento de su terreno, en el cerrado la ley permite que sea el 80 por ciento.
El Imazon usa las imágenes de satélites ópticos del sensor Sentinel-2, de la Agencia Espacial Europea, para obtener los datos.