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La popularidad del presidente de Colombia, Juan Manuel Santos, baja hasta el 62%

Tocado, pero no hundido

El presidente de Colombia, Juan Manuel Santos, ha vivido una semana complicada, sacudido a la vez por su antiguo mentor y ahora enemigo, Alvaro Uribe, que ha logrado forzar la dimisión de la fiscal general Viviane Morales y por las movilizaciones de los indígenas del El Huila que se oponen a la construcción de una central eléctrica en la zona. La suma de ambos factores ha afectado a su popularidad que se sitúa en el 62%, según una encuesta de Gallup, tras haber perdido tres puntos en los dos últimos meses. El presidente de Colombia, Juan Manuel Santos, ha vivido una semana complicada, sacudido a la vez por su antiguo mentor y ahora enemigo, Alvaro Uribe, que ha logrado forzar la dimisión de la fiscal general Viviane Morales y por las movilizaciones de los indígenas del El Huila que se oponen a la construcción de una central eléctrica en la zona. La suma de ambos factores ha afectado a su popularidad que se sitúa en el 62%, según una encuesta de Gallup, tras haber perdido tres puntos en los dos últimos meses.

La cifra aún es muy alta, pero es el peor guarismo cosechado por el mandatario en los 18 meses que lleva en el poder. Hay algo peor que no refleja el número global. Un 68% de los encuestados se siente ahora ‘menos seguro’ que en los tiempos en que Alvaro Uribe era el presidente y un 42% cree que la situación del país empeora.

En principio, esta situación es normal. Todos los presidentes sufren un bajón de su popularidad cuando llevan en el poder cerca de dos años. El problema de Santos, sin embargo, es otro. La persistencia de sus críticos, situados sobre todo en su misma orilla ideológica, en descalificar su política de seguridad y, sobre todo, su estrategia para acabar con el terrorismo de las FARC. Más aún, la caída llega sólo una semana después de que el grupo ‘narcoterrorista’ anunciara que iba a suspender para siempre los secuestros.

Nadie se lo ha creído del todo. Y lo que es peor, como decíamos al principio de este artículo Santos ha tenido que lidiar con la dimisión de Viviane Morales, una Fiscal General a la que mantuvo en el cargo, a pesar de que no había conseguido los 16 votos necesarios para su nombramiento según la legalidad vigente. Sólo obtuvo 14, motivo por el cual, tras un proceso motivado por los recursos contra su nombramiento, su elección ha sido ilegalizada.

Morales se va y Uribe se alegra. Mientras estuvo en la Fiscalía, esta abogada correosa y tenaz persiguió e imputó a algunos de los colaboradores más cercanos del antiguo presidente. Fue un verdadero azote para los corruptos y se opuso a algunas actitudes de las autoridades policiales y militares que consideraba poco escrupulosas, incluso para luchar contra la guerrilla.

Ahora Santos se ve forzado a buscar un nuevo candidato que consiga pasar el corte. Y no lo va a tener fácil. En absoluto. Sobre todo porque no es la única crisis relacionada con sus colaboradores contra la que tendrá que lidiar. Hay otras. Y afectan a carteras tan ‘sensibles’ como el Ministerio del Interior.

Allí trabaja todavía, Germán Vargas, un antiguo rival político del presidente que ahora trabaja codo con codo con él. Y va a seguir haciéndolo, al menos según el diálogo que ambos han intercambiado a través de sus respectivos ‘twitters’. Los rumores, quizá disparados desde el entorno de Uribe, indicaban que Vragas quería marcharse porque no se sentía protegido por Santos de las críticas que le acarreaban algunas decisiones polémicas.

Por ejemplo, la dura carga policial con la que se sofocaron las manifestaciones de los pobladores de El Huila que se manifestaban para oponerse al proyecto El Quimbo y cuya ‘paternidad’ se le atribuye al ministro. Las imágenes del conflicto han incendiado la Red y se han visto amplificadas por Telesur, la cadena panamericana que creó e impulsó Hugo Chávez.

De momento, Santos mantiene la tranquilidad, a pesar de las malas noticias. De hecho, ningún comentarista político se atreve a dar por finiquitado a un político de raza que aún conserva una popularidad muy por encima del 50%. Pero no lo tiene fácil. Sus antiguos compañeros de partido van a continuar hostigándole. Todo lo que puedan y más.

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