La Cumbre del G20 celebrada en Seúl, Corea del Sur, ha dejado una imagen poco vista entre los países latinoamericanos. Con el todavía presidente brasileño, Lula da Silva, al frente, Argentina, Brasil y México se han mostrado contundentes en su petición de poner freno a la “guerra de divisas”. Sin embargo, de manera general, la reunión se ha convertido, como era de esperar, en la palpable demostración de que los consensos dejan paso, en tiempos de crisis, a las batallas particulares. La Cumbre del G20 celebrada en Seúl, Corea del Sur, ha dejado una imagen poco vista entre los países latinoamericanos. Con el todavía presidente brasileño, Lula da Silva, al frente, Argentina, Brasil y México se han mostrado contundentes en su petición de poner freno a la “guerra de divisas”. Sin embargo, de manera general, la reunión se ha convertido, como era de esperar, en la palpable demostración de que los consensos dejan paso, en tiempos de crisis, a las batallas particulares.
Pese al acuerdo en materia de divisas, los mandatarios latinoamericanos han hecho hincapié en sus diferentes intereses. La presidenta de Argentina, Cristina Fernández, a su marcha de Seúl, ha solicitado terminar con los paraísos fiscales, Felipe Calderón, para el que la cumbre ha sido un éxito, ha arremetido contra el proteccionismo, mientras que el mandatario de Brasil, Inazio Lula da Silva, se ha mostrado preocupado por el escaso interés de los países ricos en incentivar el consumo interno.
Una semana después del inicio de la cumbre, tanto los mandatarios de los países ricos como los de los emergentes, así como analistas y periodistas, apostaban al unísono porque el debate sobre la denominada “guerra de divisas” iba a marcar la reunión. EEUU y China estaban, por lo tanto, en el punto de mira como principales actores a ambos lados de la trinchera. Sin embargo, el “Plan de acción de Seúl”, presentado al finalizar la Cumbre, ha cerrado el tema con un sucinto «las economías avanzadas, incluyendo aquellas con monedas de reserva (en alusión a Japón, EEUU y la UE), seguirán vigilando la volatilidad excesiva y los movimientos desordenados de las tasas de cambio.” Es decir, todo seguirá igual.
Zanjado el tema de las divisas, Alemania, de manera soterrada, ha pasado a ser la principal protagonista de la reunión. El presidente brasileño, Lula da Silva, se ha convertido, en la ultima cumbre de este tipo a la que asistirá, al menos como presidente, en la punta de lanza de los países latinoamericanos en sus criticas contra las políticas de la Reserva Federal de EEUU por la inyección de liquidez en el mercado. Sin embargo, Lula no quiso dejar pasar la oportunidad de arremeter contra aquellos países que actúan de manera poco solidaria.
Después de que el secretario del Tesoro de EEUU, Timothy Geithner, solicitara hace tres semanas poner un límite del 4% al saldo de la balanza por cuenta corriente, es decir, limitar a esa cantidad a una cifra condicionada principalmente por las exportaciones, Lula ha declarado que “existe una visible contradicción. Por un lado tenemos a las economías emergentes, incluida Brasil, tomando medidas apara incrementar el consumo, y en el otro, a los países mas ricos que no están consumiendo, no quieren comprar, solo vender.” El presidente brasileño aludía así, sin mencionarla, a Alemania, que con un 6,1% del PIB favorable en la balanza comercial, ha jugado con la valoración del euro desde el inicio de la crisis.
Según todos los indicios, la cumbre del G20 celebrada en Toronto a mediados de año, representó para la política alemana un punto de inflexión. Los observadores aseguran que por esas fechas el presidente de EEUU, Barack Obama, habría compelido a su presidenta, Angela Merkel, a que abandonara la estrategia de forzar la depreciación el euro para mejorar sus datos exportadores. Hasta esa fecha, el euro había caído desde los 1,50 dólares al cambio de comienzos de año, hasta los 1,20 dólares, y la economía alemana presentaba un crecimiento en el segundo trimestre del 2,2%.
Por el camino, Alemania mostró sus reticencias en ayudar a la economía griega que, tras aportar datos falsos a al Comisión Europea, se vio en la obligación de aplicar feurtes medidas de recorte del gasto, y se sucedieron los ataques a la economía española, que llegó a pagar su deuda a más del 7%, en los medios de comunicación alemanes. Pero el euro, a partir de agosto, ha comenzado a regresar a los valores de comienzo de año hasta alcanzar por momentos los 1,37 dólares al cambio.
El resultado de la apreciación del euro ha sido palpable en la economía alemana. En el tercer trimestre del año apenas ha logrado crecer un 0,7% y los intereses que hoy paga por su deuda se han situado en el 2,507%, por encima de del 2,500% que parecía ser su límite y que marca, al parecer, el tiempo de una nueva crisis dentro de la Unión Europea. En esta ocasión, Irlanda, que ha saltado a los titulares de todos lo medios por su situación económica, parece ser la víctima elegida para debilitar el euro.
Sin embargo, a diferencia de Grecia o España, Irlanda no será una presa fácil. Reino Unido, país perteneciente al G7 y que acaba de aprobar un duro plan de recorte público, mantiene, a través de sus bancos, el control de las pequeñas cajas de ahorro del país vecino. El gobierno de David Cameron, muy discutido por los sectores sociales, no parece dispuesto a continuar asumiendo medidas de rebaja en el gasto público que Alemania, gracias a su política económica, no ha tenido que asumir.
Mientras Francia calla, el otro puntal de la Unión europea, Italia, también ha comenzado a resentirse con el distanciamiento de Alemania con respecto al euro. Su deuda se paga ahora a 4,111%, muy por encima de cómo inició el año y en niveles poco aceptable para una economía como la italiana.
Pero los problemas que Alemania está creando con su manera de incentivar las exportaciones no son ajenos a Latinoamérica. La fuerte presencia de empresas españolas, como Telefónica o el Banco Santander, e italianas en el subcontinente americano está muy ligada a como le vaya al país de procedencia. Los malos datos para España o Italia son malos datos para dichas empresas, que tienen que pagar una penalización a la hora de emitir deuda.
En estos tiempos, la economía se ha convertido en una pista de hielo en la que cada cual intenta mantenerse en pie como puede. Sin embargo, las piruetas de Alemania han molestado a los dueños de la pista, han dejado de ser permisibles.