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La City londinense se juega el futuro en Irlanda

Hermano rico, hermano pobre

Canary Wharf, en Londres, es uno de los centros financieros más importantes del mundo. En ella se alojan sedes de todos los grandes bancos europeos, asiáticos y estadounidenses, incluidos por supuesto los británicos. HSBC, Barclays, Deutsche Bank, Commerzbank, Citigroup y otros nombres cobran color en lo alto de las torres más imponentes del Reino Unido cuando anochece en la ribera del Támesis. El lujo es la principal característica de la zona. Pero la crisis de deuda de Irlanda podría complicar el futuro del barrio. ¿Quedará desierta entonces la nueva City? Canary Wharf, en Londres, es uno de los centros financieros más importantes del mundo. En ella se alojan sedes de todos los grandes bancos europeos, asiáticos y estadounidenses, incluidos por supuesto los británicos. HSBC, Barclays, Deutsche Bank, Commerzbank, Citigroup y otros nombres cobran color en lo alto de las torres más imponentes del Reino Unido cuando anochece en la ribera del Támesis. El lujo es la principal característica de la zona. Pero la crisis de deuda de Irlanda podría complicar el futuro del barrio. ¿Quedará desierta entonces la nueva City?

Los motivos que tiene Londres, y por extensión David Cameron, para preocuparse son fundados. Porque además de acoger a los grandes bancos del mundo, la urbe también acoge al 80% de la industria de inversión alternativa -es decir, los ‘hedge funds’ y los fondos de capital riesgo- que opera en Europa. Lo que supone un enorme beneficio fiscal para Londres y, a la larga, para el Reino Unido. Todo ello significa que, si Irlanda mantiene su postura de no aceptar la inyección que pretende realizar la UE junto con el FMI y el BCE, el entramado financiero alemán -que tiene 205.800 millones de dólares (152.300 millones de euros) en deuda irlandesa- y el británico – 222.400 millones de dólares (164.660 millones de euros)- se verán seriamente ‘tocados’.

Quizás el caso más significativo entre los bancos lo aporte el Royal Bank of Scotland (RBS), que tiene una exposición de más de 5.000 millones de euros a los papeles irlandeses. Un marco nada cómodo para una entidad cuyo 83% pertenece al Estado. La polémica con la industria de inversión alternativa ya surgió hace algunas semanas, cuando estos fondos amenazaron al Gobierno irlandés con acudir a los tribunales si no abonaba a los deudores del casi quebrado Anglo Irish Bank el precio del nominal. Las autoridades de la isla Esmeralda respondieron que colaborasen con el rescate del banco asumiendo el precio de mercado.

Esa es precisamente la actitud que teme Reino Unido. La que mantiene por el momento el primer ministro irlandés, Brian Cowen. El mandatario, utilizando un discurso de corte nacionalista, aboga porque el dinero que pretenden enviarle desde Bruselas llegue directamente a los bancos irlandeses sin pasar por sus manos, puesto que, según Cowen, el problema es de las entidades, no del Gobierno, que por cierto ya realizó una reestructuración bancaria complicada y muy cara hace un año para sanear el sistema financiero irlandés. “Irlanda ha luchado mucho a lo largo de su historia para conseguir su soberanía, y esta soberanía no la va a ceder ante nadie”, afirmó hace unos días Batt O´Keeffe, el ministro de Comercio y Empresa del país.

De hecho, las autoridades británicas ya filtraron hace unos días, a través del rotativo The Times, que el Gobierno que lidera Cameron podría colaborar con unos 7.000 millones de euros al rescate de Irlanda. Pero desde Dublín respondieron diciendo que “si Gran Bretaña desea participar es un problema suyo, ya que ven a Irlanda como uno de sus mejores clientes”.

Las consecuencias que podría tener la postura irlandesa de no aceptar ninguna ayuda podrían ser desastrosas ya no sólo para la City, sino también para la eurozona y, en especial, para los países periféricos, cuyas deudas sufren desde hace varios días un fuerte incremento de su rentabilidad. Pero, ¿por qué Irlanda no acepta la ayuda?

Los expertos consultados por Americaeconomica.com coinciden al señalar que Dublín sólo trata de ganar tiempo y, quizás, lograr un escenario de negociación en el que pueda llevar la batuta para no aceptar según qué condiciones. Ambas cosas, de momento, las está consiguiendo. En primer lugar, porque a diferencia de Grecia, los responsables de la UE, el FMI y el BCE -que no se involucró en el rescate heleno aprobado en mayo- han acudido a la capital irlandesa a negociar.

Un gesto que demuestra la poca predisposición del primer ministro Cowen a que le impongan nada en Bruselas. Y en segundo lugar, porque el Gobierno de ese país ha dejado constancia de que no necesita acudir a los mercados en busca de liquidez hasta 2011, mientras garantiza los depósitos de sus ciudadanos. Y por supuesto, esta estrategia tiene un objetivo bastante evidente, dicen los analistas: ganar la popularidad perdida por culpa de las medidas anunciadas antes del próximo 25 de noviembre, cuando tendrán lugar las elecciones del país.

La reiterada negativa irlandesa tiene, a su vez, una explicación lógica. El Gobierno de la isla Esmeralda fue el primero en realizar una enorme y costosa reestructuración bancaria hace un año. Con ella ‘limpió’ sus entidades de activos tóxicos. Y también minó su popularidad debido al enorme gasto público que eso supuso, como luego volvería a suceder con el plan de austeridad que anunció hace unos meses, el cual “ya fue aprobado por los ministros de Finanzas de la UE”, tal y como recordó a sus homólogos de Bruselas el ministro irlandés de Finanzas, Brian Lenihan, ayer poco antes de que tuviese lugar la reunión del Ecofin.

Tras los comicios de finales de noviembre, la postura irlandesa podría cambiar, vaticinan algunos analistas consultados. Al menos, esa es la esperanza para muchos en Canary Wharf.

Londres ha sido, durante siglos, la capital del Imperio Británico. Ahora Reino Unido, es básicamente lo mismo pero sin colonias allende los mares, salvo las Malvinas y Gibraltar. Tampoco ha cambiado demasiado la relación con Irlanda. Si bien las tensiones ya no suelen terminar en guerra, no es menos cierto que los irlandeses ven al inglés como un opresor histórico al que no hay que otorgarle más margen del que aconseja la prudencia. Por ello algunos expertos ven en esta resistencia una segunda lectura política e histórica. Que además da muchos votos.

La presión de los fondos de alto riesgo en Londres es importante y no debería olvidarse. El pasado 17 de marzo ya demostraron su influencia cuando el entonces primer ministro británico, Gordon Brown, evitó que el presidente de España, José Luís Rodríguez Zapatero, en aquel momento a cargo de la presidencia de la UE, aprobase una reforma en la legislación para controlar las operaciones de esta industria. Los fondos de alto riesgo ‘agradecieron’ el gesto obligando a Europa a rescatar a Grecia dos meses después, en mayo.

El lenguaje diplomático, dada la sensibilidad que ha mostrado Irlanda en todo este asunto, es esencial. Un matiz que parece haber adoptado Patrick Honohan, presidente del Banco Central de Irlanda y también consejero del BCE. En declaraciones a una emisora de radio local, Honohan ha reconocido que existe la posibilidad de que Irlanda reciba miles de millones de euros, y que espera que eso suceda, aunque ha puntualizado que sería un préstamo, y no un plan de rescate. En cualquier caso, Honohan, conocido en los ambientes bancarios por ser directo en sus afirmaciones, ha aclarado que en este caso “es el Gobierno el que tiene que discutir esto, y no yo”.

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