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EL NUEVO MODO

Si yo fuera un indignado

En buena medida lo soy, tengo que decirlo. Respeto, valoro e impulso los bienes sociales básicos de la prosperidad, la justicia y la estabilidad; pero los ubico en un contexto de libertad, fraternidad y participación creativa. Ese contexto amplio –con otros valores y conceptos- redefine la ética sobre la cual montar el presente y el futuro mundiales. Así dicho, marco una diferencia: creo en la necesidad permanente de proponer y hacer, junto con la de protestar. Y he procurado la comunicación de mis propuestas a muchos, en las tantas vías de la Onda Renovadora Mundial. En una de ellas, central, me concentro en este artículo. Si yo fuera un indignado, la haría avanzar. En buena medida lo soy, tengo que decirlo. Respeto, valoro e impulso los bienes sociales básicos de la prosperidad, la justicia y la estabilidad; pero los ubico en un contexto de libertad, fraternidad y participación creativa. Ese contexto amplio –con otros valores y conceptos- redefine la ética sobre la cual montar el presente y el futuro mundiales. Así dicho, marco una diferencia: creo en la necesidad permanente de proponer y hacer, junto con la de protestar. Y he procurado la comunicación de mis propuestas a muchos, en las tantas vías de la Onda Renovadora Mundial. En una de ellas, central, me concentro en este artículo. Si yo fuera un indignado, la haría avanzar.

Primero, hagamos algo de contextualización: frente al “capitalismo” (mejor aun: para el postcapitalismo), propugno la Economía Mixta. Junto con la representatividad, en las formas democráticas, concedo espacio a la democracia participativa y algunas formas de democracia directa. Frente a la estandarización cultural y el pensamiento único, defiendo las singularidades y las expresiones y medios alternativos. De cara a la colectivización, creo –y trabajo- en la comprensión e impulso de la complejidad y dinamismo de la trama social. Último y más importante: frente a la democracia de partidos, impulso la de ciudadanos. Y repito: en eso me concentraré.

Segundo: lo que planteo ya consta en mi libro. No es tema nuevo. Su capítulo cuarto sirve al establecimiento, en las naciones, de un Pacto Social y de Gobernabilidad: “Un acuerdo formal, suscrito públicamente, que incluya una permanente garantía de control social, un compromiso firme del sistema político democrático y un contenido evaluable”, que (…) 1°) Es incluyente de los agentes principales de la nueva política democrática: la sociedad civil, junto con los partidos políticos: unos, en rol de garantes; los otros, de ejecutores. Contiene, además, un texto de propósitos y acciones”… En definitiva, como encabezo un cuadro del capítulo, referido a nuestro caso nacional, “En la política democrática venezolana no hay más cheques en blanco y postdatados”.

Tercero: el planteamiento ha sido desarrollado en opiniones posteriores. En entrevista de este mismo medio, a comienzos de junio, como respuesta a lo que dejaba de ser un fenómeno árabe y se extendía a España y otros países, proponíamos dos veces que “la ciudadanía debe contar con herramientas institucionales permanentes de tutela de la acción política”. De lo que se trata es de “establecer mecanismos para que la democracia pase a ser participativa y participada por la sociedad civil, con un control ciudadano institucionalizado”. Y referíamos dos casos nacionales –evidentemente, no los únicos, tampoco moldes invariables- planteando “recoger la vía colombiana, la islandesa y darle potestad a la sociedad civil como garante y vigilante institucionalizado de la acción política”.

El caso islandés es ilustrativo: una democracia liberal, una economía en la horma global actual, gran insatisfacción con las prestaciones de políticos y burócratas, rechazo a la lógica del capital especulativo, una sociedad que protesta y lucha… y una salida institucional muy apropiada: la reinstitucionalización del país, no por la vía convencional de las iniciativas legislativa o ejecutiva, sino una constituyente ciudadana. Es temprano para vislumbrar su éxito en el tiempo, pero no haría mal reforzarla con un poco de análisis, prospectiva y estrategia. Por ejemplo: constituir la asamblea, renovable democráticamente, en el dispositivo institucional permanente de control social que proponemos.

Y final: si yo fuera un indignado, apuntaría al fin que brota de lo profundo y ancho de la actual Onda Renovadora Mundial: la conversión de la democracia de partidos en democracia de ciudadanos. El capítulo citado es una vía concreta para avanzarla. Por cierto: no excluye a los partidos, los complementa. Tampoco tiene una única vía de realización. De eso, aunque dicho, podríamos ocuparnos en detalle después.

*Santiago José Guevara García

(Valencia, Venezuela)

[email protected] / @SJGuevaraG1, en Twitter

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