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CIENCIA Y RAZÓN

Los medios ante la crisis

Los seis primeros diarios españoles de información general siguen perdiendo difusión. Según la OJD, la circulación, a lo largo del año 2010, descendió un 4,2%. Hasta el pasado mes de abril, se repite un nuevo recorte hasta el 4,5%. Fue 2010 el tercer año consecutivo de retroceso, lo que registran todos ellos, salvo La Vanguardia, que prácticamente repite la misma difusión gracias a la venta en bloque, con lo que compensa el descenso en quioscos. En el primer cuatrimestre de 2011 solo sube El País. Por su parte, Unidad Editorial atribuye el descenso de sus ingresos al menor número de lanzamientos de productos complementarios. Evidentemente, coexisten dos hechos. De un lado, la pertinaz decadencia económica, que sufre el mundo y de manera muy notable España y de otro, la decadencia, tal vez el fin, como escriben algunos, del soporte papel y la sustitución por medios electrónicos. En su último libro, Ignacio Ramonet, director de Le Monde diplomatique en español afirma que la prensa se encuentra “atolondrada tras la desintegración de su ecosistema tradicional, acosada por los impactos sucesivos de la revolución digital y del desarrollo vertiginoso de las redes sociales. En la nueva ‘sociedad-red’, cada ciudadano tiene la posibilidad de erigirse en periodista, apropiándose de los dispositivos que la revolución de la web 2.0 pone a su alcance. Internet, los blogs, Twitter o Facebook transforman el campo de la comunicación como ningún otro medio lo hizo hasta ahora, desde la invención de la imprenta en 1440 por Guttenberg”. Se podrían citar numerosos ejemplos de todos estos temas. Por ejemplo, el Christian Science Monitor ha sacrificado su edición impresa . El Financial Times paga a sus redactores solamente tres días por semana. Los seis primeros diarios españoles de información general siguen perdiendo difusión. Según la OJD, la circulación, a lo largo del año 2010, descendió un 4,2%. Hasta el pasado mes de abril, se repite un nuevo recorte hasta el 4,5%. Fue 2010 el tercer año consecutivo de retroceso, lo que registran todos ellos, salvo La Vanguardia, que prácticamente repite la misma difusión gracias a la venta en bloque, con lo que compensa el descenso en quioscos. En el primer cuatrimestre de 2011 solo sube El País. Por su parte, Unidad Editorial atribuye el descenso de sus ingresos al menor número de lanzamientos de productos complementarios. Evidentemente, coexisten dos hechos. De un lado, la pertinaz decadencia económica, que sufre el mundo y de manera muy notable España y de otro, la decadencia, tal vez el fin, como escriben algunos, del soporte papel y la sustitución por medios electrónicos. En su último libro, Ignacio Ramonet, director de Le Monde diplomatique en español afirma que la prensa se encuentra “atolondrada tras la desintegración de su ecosistema tradicional, acosada por los impactos sucesivos de la revolución digital y del desarrollo vertiginoso de las redes sociales. En la nueva ‘sociedad-red’, cada ciudadano tiene la posibilidad de erigirse en periodista, apropiándose de los dispositivos que la revolución de la web 2.0 pone a su alcance. Internet, los blogs, Twitter o Facebook transforman el campo de la comunicación como ningún otro medio lo hizo hasta ahora, desde la invención de la imprenta en 1440 por Guttenberg”. Se podrían citar numerosos ejemplos de todos estos temas. Por ejemplo, el Christian Science Monitor ha sacrificado su edición impresa . El Financial Times paga a sus redactores solamente tres días por semana.

La televisión que parecía imbatible está sufriendo una importante transformación. Los “nativos digitales” quieren votar, participar, intercambiar, colaborar, mezclar y distribuir, etc, pero también quieren etiquetar (tag-etizar) programas y películas. Y el aforismo “the tag is the medium” puede ser una realidad en la próxima década. Y la web 2.0 ha destruido el concepto de “mi televisión” para sustituirlo por el de “nuestra televisión”. Y el profesor Alvarez Monzoncillo escribe que “la tecnología actual permite acceder a los canales de forma ilimitada, la regulación se ha colapsado y las audiencias se están dispersando. Esa flexibilidad de dispositivos conectados a la red implica una nueva dictadura del espectador, unos contenidos (cross media) que cruzan muchos dispositivos y una conexión permanente. La transformación es tan radical que ha generado utopías ingenuas a propósito de cómo será la televisión del futuro, pero también permite pensar en nuevas formas de ocio audio visual disponibles en un red neutral sobre la base de programas indexados y ‘tag-etizados’ para ayudar a los demás a configurarse su propia dieta mediática y de ocio”.

De siempre, y sobre todo después de la II Guerra Mundial, existían unos mínimos depósitos de confianza en unos centros simbólicos fundamentalmente políticos. Pero todo ello ha dado lugar a una desconfianza profunda hacia las instituciones y abarca todos los campos, incluidos algunos ámbitos tan “sagrados” como el de la ciencia. Pero en ningún lugar se manifiesta de un modo tan radical como en la política.

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