Después de casi un año hablando de transición (a veces, con inexcusables confusión e imprecisión) debemos comenzar a pensar que ella, sin una consolidación al largo plazo, sería repetir la historia de 1958 a 1998. Después de casi un año hablando de transición (a veces, con inexcusables confusión e imprecisión) debemos comenzar a pensar que ella, sin una consolidación al largo plazo, sería repetir la historia de 1958 a 1998.

Sucede que me reconozco responsable del boom del tema de la transición en Venezuela. Mi columna en Notitarde, en mi ciudad de residencia (acumula más de un año con su actual denominación: Transición a la Democracia), nuestro libro y presentaciones y conversaciones con Eduardo Fernández, reconocido líder político y el IFEDEC, con relación al libro y el Proyecto Bicentenario, de las Universidades, fueron los disparadores que introdujeron un tema muy poco tocado hasta entonces. Recuerdo el desolador balance que hice en la conferencia aniversario de IFEDEC-Carabobo, sobre el casi nulo manejo del concepto. Hoy, el balance es el contrario. Por lo cual, con responsabilidad, ahora digo que hay que comenzar a interesarse, más en la consolidación que en la transición democrática.

La efemérides de esta semana –aniversario de la firma del Pacto de Puntofijo, de 1958- resulta propicia: si se está convencido de que el año próximo se inicia un nuevo ciclo de democracia, se debe plantear no sólo su definición de fines, sino también los dispositivos institucionales y sociales que garantizarán su sostenibilidad en el largo plazo. Algo de eso está contenido en el libro. Otras definiciones y concreciones están surgiendo a través de los trabajos del Proyecto referido.

La literatura universal sobre democracia ha hecho claros progresos desde los ’80 del siglo pasado. Comienza a mencionar y tratar tres temas que son de obligatoria observación y seguimiento en estos tiempos: las transiciones democráticas, la posterior consolidación democrática y los procesos de transformación que permiten el pase de las transiciones a la consolidación. El mundo está hoy plagado de situaciones en las cuales, la incomprensión de la dinámica temporal de las democracias, plantea retos y riesgos de estancamiento e involución. Esos riesgos deben ser conjurados. Son, posiblemente, el más importante problema político de estos tiempos.

En el caso venezolano, no hay buena tradición de discusión de esos “nuevos” temas. En sentido contrario, se atesora –aunque incomprendida- una extraordinaria experiencia de reflexión, elaboración, negociación, acuerdo y puesta en práctica de un acuerdo político dirigido a la implantación democrática. Sucedió después de la caída de la anterior dictadura militar. El 31 de octubre de 1958, ampliado el 6 de diciembre del mismo año, se suscribió el llamado “Pacto de Puntofijo”, para dotar de condiciones de gobernabilidad y sostenibilidad temporal al ciclo de democracia venezolana iniciado ese año. Animado por proyecciones a largo plazo, presentes en el discurso de gente valiosa, como Rómulo Betancourt y Mariano Picón Salas, tuvo, sin embargo una corta vigencia, en razón de los turbulentos años ’60 y la deriva de la política venezolana a formas carismáticas o de competitividad partidista perversa.

Alguna vez escribimos que “los venezolanos, con el Pacto de Puntofijo y otros componentes del Proyecto Político que rigió la vida nacional en el lamentablemente corto lapso del ’58 al ’69, llegó a desarrollar la tecnología política apropiada al reto de la reivindicación histórica señalada (la de los padres fundadores y seguidores de su obra, con énfasis, la surgida de la llamada “Generación del ‘28”); pero, también, para la respuesta a los desafíos del presente y el futuro. Un Proyecto Político integral durable es, sin duda, un camino al progreso histórico”.

Ese Proyecto debe ser impulsado. Venezuela espera por el modelo político que defina un nuevo bloque histórico, para los tiempos de recuperación que llegarán en algún momento próximo; una nueva plataforma cultural, que incluya la puesta al día del Proyecto Nacional Venezolano; la atención precisa de los grandes valores y derechos propios a la democracia y al progreso social; y unas condiciones electorales transparentes, confiables y libres. Toca emular Puntofijo, superándolo.

*Santiago José Guevara García

(Valencia, Venezuela)

sjguevaragarcia@gmail.com / @SJGuevaraG1, en Twitter

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Emular puntofijo

Santiago José Guevara*

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