Ya tenía montados, para esta semana, tres párrafos de un tema técnico, de larga data, de reconocida prosapia keynesiana, aunque aún polémico: el uso de la política fiscal como freno fuerte a la especulación financiera, mal –así lo conceptúo, pese a los sofismas de algunos colegas- responsable crónico de la inestabilidad del sistema económico mundial y, sin duda, directamente ligado a la última crisis, aún presente. Ya tenía montados, para esta semana, tres párrafos de un tema técnico, de larga data, de reconocida prosapia keynesiana, aunque aún polémico: el uso de la política fiscal como freno fuerte a la especulación financiera, mal –así lo conceptúo, pese a los sofismas de algunos colegas- responsable crónico de la inestabilidad del sistema económico mundial y, sin duda, directamente ligado a la última crisis, aún presente.
Pero, como dicen por estos lares, “se presentó y dijo” la protesta de “Los Indignados”. La llamada #worldrevolution. Un petardo en los pies del sistema político español y otros. Más aún, en nuestra consideración, un atentado potencial –una oportunidad de cambio, si bien orientada- a las formas actuales de democracia; pero, no para mal, sino para bien, si canalizable hacia dónde lo sugiere su prospectiva, con independencia de los atascos de su grey.
Resulta que el tema del cese de las libertades a bancos y otras figuras financieras –nuestro tema inicial- se encuentra en el “petitorio” de los movimientos que desde días representan, excepto el interesante precedente islandés, la irrupción en Europa de la Onda Renovadora de la política mundial. En este caso, -fíjense bien- no contra totalitarismos, como en el Magreb y Asia, sino contra la aparente antípoda: la desregulación, tan del gusto de liberales, hombres de negocios y think-tanks pro capitalistas.
El tema inicial seleccionado, entonces, se ubica, junto con otros, en el contexto del proceso suscitado: un reclamo social amplio, explicable por el creciente distanciamiento de la agenda política respecto a los problemas y anhelos de los ciudadanos. Pasa con la regulación del lúdico mundo de las finanzas y pasa con muchas más áreas de los campos de las políticas públicas y las instituciones políticas.
Y eso sucede dentro de la tendencia mundial a una sociedad global mejor comunicada y organizada en redes, aún no comprendidas del todo, pero libertarias; en contexto de rechazo a toda forma de abuso estatal: tanto al totalitarismo como a la desregulación (sí, al vacío de Estado); con severas limitaciones de naciones y bloques frente a las políticas públicas y la regulación esperadas; de frente contra el deslizamiento del sistema político a fallas en la rendición de cuentas y, último, menos visible, pero no menos importante, el despertar de la iniciativa y la organización –nuevas- de la sociedad de cara a las rituales instituciones actuales, en términos, no representativos, sino de participación directa. Tal como hemos sostenido, “de inédita y promisoria institucionalidad”.
En términos de tendencias no hay vuelta atrás: 1) Las llamadas redes sociales –las telemáticas, quiero decir- son un fenómeno de organización, movilización y difusión revolucionarias. Lo han demostrado en todos los países de la Onda. 2) Comienzan a focalizar temáticamente, y deberían plantearse avanzar mucho más. 3) En casos, se han institucionalizado: el mejor ejemplo es la asamblea popular islandesa, para reescribir su Constitución. 4) Pero, aún no llegan a plantear la tutela democrática permanente de la sociedad civil sobre el sistema político, que es el paso realmente revolucionario de la democracia que toca reclamar. De nuestra parte, trabajamos sobre un esquema –plenamente democrático- para hacerlo.
Para Venezuela, hasta ahora inmune a la Onda, hemos propuesto “un acuerdo formal, suscrito públicamente, que incluya una permanente garantía de control social, un compromiso firme del sistema político democrático y un contenido evaluable”, en términos de un Pacto Social y de Gobernabilidad, un Proyecto de País, un proceso constituyente, un simple –pero riguroso- Plan de Transición a la Democracia, o una Viabilización de la Transición Democrática. Instrumentos de “ingeniería política”, complementarios, aunque, a la hora de la realización, sustitutivos.
Dos temas: uno económico; otro, político, entrelazados en el cambio, en ciernes, hacia una política con mejor control ciudadano.
* Santiago José Guevara García,
(Valencia, Venezuela)
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