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EL NUEVO MODO

Diego Arria

Un conjunto disperso de hechos ha puesto en los medios el tema de la lejana e incierta campaña presidencial venezolana. Para muestra, el tiranuelo venezolano ha declarado, el día que escribimos, que “Seré candidato presidencial otra vez. No es ningún secreto”. Un conjunto disperso de hechos ha puesto en los medios el tema de la lejana e incierta campaña presidencial venezolana. Para muestra, el tiranuelo venezolano ha declarado, el día que escribimos, que “Seré candidato presidencial otra vez. No es ningún secreto”.

Para los distraídos, es normal, sabida su manía de perpetuidad, o podría ser injustificado, por la variedad y dificultad de los reales problemas nacionales presentes. Pero, hay razones para que el tema se nos venga encima.

El régimen se ha ensañado, esta vez contra Diego Arria, afamado, aunque distante político venezolano, hombre de perfil global, ex presidente del Consejo de Seguridad de la ONU.

No es un caso aislado de agresión, menos el único ni el último, pero sí el que ha tenido mejor respuesta frente a los atropellos gubernamentales. Se le ha ascendido a la agenda mediática, y por sus dones personales y políticos, a la condición de presidenciable. Eso explica la declaración presidencial.

Arria es dueño de una finca modelo en centro occidente. El régimen, irrespetuoso de derechos, decidió arrebatársela, sin argumentos ni procedimientos válidos, por la vía de grotescas acciones del presidente del Instituto de Tierras y el propio vicepresidente ejecutivo, ambos mediocres funcionarios y peores expresiones de la antigua dirigencia estudiantil universitaria.

El último propone juzgarlo por “conspiración”. En la Asamblea nacional ya se le “imputaron” los cargos. Resulta entonces que la cobertura mediática oficial catapultó a Arria a la relevancia que hoy ostenta.

El vídeo que muestra la entrevista de CNN a Arria es titulado, en Youtube, “Diego Arria lanza su candidatura a la presidencia en Venezuela desde CNN”. Diversos analistas, incluidos nosotros, habíamos observado y referido la situación que se le crea al sesudo político. Rayma, la aguda caricaturista de ‘El Universal’, lo reflejó en una escena en la cual un ciudadano normal declara temer por su hacienda (propiedad rural), aun sin ser presidenciable. De toda evidencia, refería el caso.

Esa condición de potencial sustituto de Chávez ha sido –es normal- objeto de polémica. Incluso del lado de la política en que nos ubicamos, se asiste a una doble valoración de la posibilidad: unos colocan el tema de los candidatos como el principal. Otros, dentro de los cuales me encuentro, como sólo uno de los componentes a considerar.

Pero, inmediatamente que se personaliza la sustitución de Chávez, comienzan a aflorar las polémicas. Mi dilecto amigo José Moyejas, ex alcalde de Bejuma, me declara en Facebook su desacuerdo con la mención que hice de lo que aquí planteo. Y le aclaro lo que también aquí someto a la opinión de ustedes.

En la Venezuela actual, desesperada por las vicisitudes políticas, es comprensible que la más mínima esperanza se convierta en tabla de salvación. Lo cual no significa que lo sea. El asunto es bastante más complejo. Acopia y exige componentes emocionales, conductuales, organizativos, políticos, estratégicos, operacionales y de evaluación, que nadie observa aún.

En un nivel más simple, una candidatura necesita estar asociada a una confluencia política y una propuesta, que completen el trío mínimo de características a exigir a toda oferta electoral.

Esto último hemos respondido al reclamo de José y lo hacemos saber a Arria mismo. Venimos de transitar una experiencia electoral -fallida, pero repleta de enseñanzas- que ponemos a la orden de nuestro amigo Diego y de todo el que aspire encarnar la política de rescate del país del oprobioso momento por el cual transita.

Las anécdotas no hacen ley, como gusta decir a los sociólogos, pero toda historia comienza en una sinapsis, que es mucho menos que una anécdota. La condición de presidenciable de Arria, sea como sea que haya surgido, es de las anécdotas que podrían cambiar la historia de Venezuela.

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