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EL NUEVO MODO

Balance II

Me temo que éste terminará siendo un artículo subversivo. Claro que en un campo profesional: el de la Economía Transicional. Me temo que éste terminará siendo un artículo subversivo. Claro que en un campo profesional: el de la Economía Transicional. También será distinto al planeado. Son muchas las reflexiones en mente y prematuro –pero necesario- el esfuerzo de balance de una disciplina que admite aún muchas hipótesis, conceptos y teorías.

La revisión misma de nuestro caso nacional –el venezolano- nos muestra que el evidente agotamiento del modelo económico original chavista –por su alocado programa de destrucción de lo previo –expresado, en su extremo, por el actual colapso fiscal, cambiario y productivo- admite y exige iniciativas de transformación hacia un manejo económico profesional (no estamos diciendo que hacia el capitalismo), para las cuales aplican algunas de las enseñanzas del campo.

Ya lo dijimos, sin contextualizarlo como ahora, en artículos previos. Frente al atasco del modelo destructivo (“El Camino a Cuba”), claro que cabe mayor destrucción (“La Nueva Cuba”); pero, pareciera más consistente con los intereses del mismo sistema ir a un modelo con sustentabilidad económica (“El Lento Émulo de China”).

Poder plantear cambios de modelo dentro de un mismo sistema, si no es un tema transicional, cabe dentro de una categoría superior que podríamos llamar, tentativamente, Economía de la Transformación. Nos gustaría revisar bibliografía al respecto. Dejamos pendiente esa discusión.

Lo planteado, entonces, no llega a ser la “transición del comunismo al mercado” que cobija los mayores y más conocidos esfuerzos en la Economía Transicional, pero puede recurrir a muchos de sus medios. Lo planteo solo como hipótesis de trabajo. Y esperemos por la revisión exhaustiva que haremos después.

Esa misma línea mencionada no es un aporte a la democracia, sino a lo económico –lo más interesante lo expondremos más adelante-, porque aunque se monta sobre reformas institucionales y legales avanzadas de mercado, convive y refuerza los sistemas comunistas que las adoptan. Por algo, China y Vietnam son exitosos ejemplos de ella en la literatura experta. Y que conste, que no son ejemplos de propaganda interesada, sino dictámenes de expertos libres de toda sospecha comunista. Que me disculpen el desparpajo, pero la crematística se impuso a la ética.

Lo anterior tiene aún mayores implicaciones. En nuestro análisis, importa un silogismo de raigambre marxista –la calificación es nuestra-, según el cual 1) la dinámica transicional obedece a un atributo nuevo, distinto y opuesto a lo conocido, 2) debe mucho a las “manos de una burocracia” (Druedahl, 2010) y 3) eso la hace no capitalista. La implicación es terrible: el caso más exitoso de transición del comunismo al mercado no lo es a favor de la democracia, sino del comunismo. Vale, por cierto, también señalar las implicaciones investigativas posibles.

Lo dicho me permite soltar ya sin complejos lo que un día afirmé a Ricardo Talavera, con relación a contenidos de una tesis doctoral americana que me pidió revisar: Pinochet pudo ser dictador, pero fue transicionalista. Lo más avanzado de la transición chilena se le debe: las reformas económicas. Y lo hizo en los ’70-’80. Los demócratas, por su parte, aún no han podido culminar las suyas. ¿O los atascos de los últimos años –por favor, recordar a Camilita- no son por temas políticos y sociales?

Por la vía de hipótesis me lanzo a una propuesta para la discusión transitológica: el éxito económico chino nos obliga a revisar lo demostrado: el aporte fundamental de las instituciones legales (Godoy & Stiglitz, 2006), pero también evaluar un factor clave nuevo para la potencia transicional: la burocracia focalizada en lo económico. Su validación la dejo a otros. No está en mi agenda. Solo postulo la hipótesis. La hipótesis Guevara García, para complacer mi ego.

Pero, voy a más: a los transitólogos nos toca revisar si: 1) el manejo profesional de la promoción productiva, con base en externalidades diversas o ventajas comparativas, incluidos los bajos precios de los recursos naturales u otros y 2) un importante peso de empresas básicas estatales, no son factores transicionales; o, aún más, factores clave de progreso permanente, a tomar en cuenta.

Y llego aún más lejos sobre el caso chino, de necesaria revisión: Hodgson (s. f., circa 2006) se refiere al dinamismo económico de China como “excepcional entre los países nominalmente comunistas (…) China tiene una larga historia como Estado excepcional. Su Estado moderno mantiene un fuerte papel regulador, aun después de abandonar la planificación centralizada”.

Caso de estudio. Realidad que sirve como referencia. Se le cita como experiencia de transición del comunismo al mercado, pero lo es sin proceso de cambio democrático. La Venezuela de hoy podría emularla. No es la opción que propugnamos, pero es una prospectiva que permite resultados superiores a los resultantes del tosco y dañino modelo castro-chavista, bajo tutela del Foro de Sao Paulo.

Finalizo. Como dicho, el artículo no solo es subversivo, sino riesgoso. Los oficialistas saben lo que propongo como opción política y me combaten y los “opositores” inscritos en el acuerdo unitario “democrático” me van a acusar de intelectual “orgánico”. Creo que, como en otros tiempos, parecidos a los actuales venezolanos, no me salvo de morir en la hoguera.

* Santiago José Guevara García

(Valencia, Venezuela)

[email protected] / @SJGuevaraG1

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