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EL NUEVO MODO

Apocalipsis

Al comenzar a escribir este texto, el país entero está recorrido por rumores y “secretos a voces”, en una historieta condimentada de elucubraciones diversas, acerca del revuelo en redes por la supuesta muerte de un muy alto oficial del ejército. Al comenzar a escribir este texto, el país entero está recorrido por rumores y “secretos a voces”, en una historieta condimentada de elucubraciones diversas, acerca del revuelo en redes por la supuesta muerte de un muy alto oficial del ejército. Al respecto, no hay ninguna información cierta, por ahora.

Sin embargo, pasa que el país es un hervidero de versiones de “analistas”. “A según”, el régimen neototalitario venezolano vive tiempos de apocalipsis. Para algunos ya hizo presencia, con el CESSPA (un órgano de censura, bajo égida militar); para otros, está a la vuelta de la esquina, si no es que ya llegó en el momento de esta publicación.

Los militares institucionales, un “pinochetazo” salvador, muchos voluntarios para la “salvación nacional” (dentro de los cuales, algunos de los mismos analistas) y cualesquiera otros personajes de las múltiples fantasías de estos tiempos, serían los agentes impulsores del final del régimen iniciado como una gran esperanza nacional, pero convertido hoy –esto sí es verdad- en una piltrafa que no es capaz de un mínimo plan de estabilización económica y política.

En el otro extremo se sitúan el parásito régimen cubano y sus procónsules civiles y militares. Son la otra parte de la historia, pues hay que contar –a pesar de los “analistas”- con que el régimen también juega.

Ninguno de los “análisis” referidos plantea escenarios alternos, que impliquen la actuación defensiva del statu quo. Tampoco incluyen los matices y soluciones intermedias tan frecuentes en procesos transicionales como los que se avizora. Nadie refiere, más acá de generalidades, el “qué” y el “cómo” de la recuperación y relanzamiento del país, incluso en una solución pactada. En fin, que no se pasa de la épica del “putsch” y de la fotografía negra de la situación y opciones al país.

Lo primero que hay que responder a los “analistas” es que solo el desconocimiento del carácter totalitario del régimen permite especular acerca de la inevitabilidad de su quiebre ante las debilidades presentes, incluso bajo el reconocimiento de su responsabilidad en ellas. El sistema tiene recursos para su sostenimiento, con independencia de su calidad. Para los neototalitarismos, la represión, la intimidación, la “parapolítica” y otras exquisiteces exóticas a las democracias, son un medio a la mano para la gobernabilidad perdida. Lo sensato es “escenariar” el análisis. Y aunque ya es otro tema, deducir las situaciones y estrategias a partir del conocimiento de los futuros posibles.

Pero, también es verdad, para lo segundo, que, radicalismos aparte, el planteado no es necesariamente un juego solo de los extremos: o nos hundimos en el “agujero negro” cubano, o en Venezuela llegó la hora de la total restauración democrática. En principio, el régimen es una mezcla de militarismo –es su base, no los radicales locales- y los intereses cubanos. No es ése un sistema estable. Su propio fracaso lo compele a la recomposición. En un juego en el cual hay diversos sectores en liza, ella resulta teóricamente posible, con evidentes ganancias políticas para sus gestores.

No abrigo ninguna duda de que las opciones generadoras de valor agregado en la búsqueda de una solución a la comprometida situación nacional, no están ni en la hipoteca a Cuba, ni en los radicales nativos, o en el agotado esquema del sector electoralista, autodenominado “alternativo”; sector, por lo demás, erosionado por la convicción de liderazgos como María Corina Machado y Leopoldo López, acerca de la necesaria politización de la lucha contra el radicalismo y la corrupción responsables de los múltiples desaguisados oficiales.

Al “Momento Transicional” que tanto hemos mencionado en esta misma columna, se le asocia, entonces, una hipótesis que identifica unos perfiles de agentes transicionales posibles; pero, también, unas vías de salida –unos contenidos- para el hoyo en el cual se encuentra el país. Cabe plenamente la metáfora transicional, cabe la iniciativa constituyente, cabe la propuesta de una “solución pactada”, a partir de una cooptación propiciadora. Cabe, en fin, la necesarísima inteligencia política para una muy crítica situación en todos los órdenes de la vida social nacional.

Para mala fortuna de algunos, el “estado del arte” de la política nacional anda por otros derroteros. Los análisis y propuestas son binarios: o un extremo, o el otro. Pero, no es así como funciona la historia política. Pareciera llegada la hora –crisis mediante- de un concierto de factores políticos, económicos y sociales –mejor que una solución consociacional, puramente política- para una salida a la grave crisis sistémica –no es solo económica- que coloca a Venezuela, precisamente ante el riesgo de uno cualquiera de los extremos radicales, teóricamente posibles en el momento actual.

Que sirva que los estudios de los procesos que tienden a transiciones a la democracia –algo que no interesa para nada a la clase política venezolana- nos muestran la mezcla de momentos en ellas y la fisiología –la diacronía, la hemos llamado- que permite su conocimiento y anticipación.

El sistema no resiste más, pero eso no prefigura una única salida. ¿Está Venezuela frente a una caída en el abismo cubano o a la Pinochet, un proceso complejo, incierto y difícil de cambio a no se sabe dónde, o una recomposición? ¿Habrá una cooptación propiciadora, que contenga las condiciones para una nueva “democracia pactada”? Hoy amanecí preguntón

* Santiago José Guevara García

(Valencia, Venezuela)

[email protected] / @SJGuevaraG1

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