Es ampliamente conocido que Sebastián Piñera, el presidente conservador de Chile, proviene del mundo empresarial y que sus detractores le acusan de llevar las riendas del Gobierno del país como si de una empresa privada se tratara. Lo que ha sorprendido y saltado a las primeras planas de todos los medios, en pleno conflicto con los estudiantes, que reclaman una mejora del sistema educativo y que han conseguido incluso que se apartara el ministro del ramo, Joaquín Lavín, es que Piñera calificara a la educación como “bien de consumo”. Una metedura de pata que ha provocado las iras de los estudiantes en las redes sociales y que ahonda aún más en el conflicto abierto. Es ampliamente conocido que Sebastián Piñera, el presidente conservador de Chile, proviene del mundo empresarial y que sus detractores le acusan de llevar las riendas del Gobierno del país como si de una empresa privada se tratara. Lo que ha sorprendido y saltado a las primeras planas de todos los medios, en pleno conflicto con los estudiantes, que reclaman una mejora del sistema educativo y que han conseguido incluso que se apartara el ministro del ramo, Joaquín Lavín, es que Piñera calificara a la educación como “bien de consumo”. Una metedura de pata que ha provocado las iras de los estudiantes en las redes sociales y que ahonda aún más en el conflicto abierto.
«Requerimos, en esta sociedad moderna, una mucho mayor interconexión entre el mundo de la educación y el mundo de la empresa, porque la educación cumple un doble propósito: es un bien de consumo», fueron las palabras exactas del presidente, que inmediatamente provocaron una miríada de comentarios y protestas en las redes sociales, como Twitter o Facebook.
Inmediatamente, consciente de la tormenta que se podía desatar, Piñera ha intentado arreglar las cosas. «Nunca he visto la educación como un instrumento, sino que la veo como un fin en sí mismo. Es un instrumento para potenciar nuestras capacidades y habilidades productivas, y es un fin en sí mismo para permitirnos una plena y mejor realización como personas», ha declarado a los medios, el mismo día de sus polémicas declaraciones.
Mientras, la oposición reclama a Piñera que inicie una reforma tributaria que permita financiar adecuadamente la educación en Chile. El sistema educativo chileno ha sido heredado por la democracia de la dictadura de Augusto Pinochet y mantiene unas elevadas tasas que impiden a los estudiantes con menos recursos acceder a la educación superior. Si lo hacen, deben soportar varios años de alto endeudamiento para poder pagar sus estudios. Además, quieren que el sistema deje de estar bajo control de los municipios y quede bajo el paraguas del Estado.
Piñera, hostigado por las protestas, prometió un fondo de 4.000 millones de dólares para mejorar la educación y un aumento de las becas, algo que los estudiantes han rechazado ya que consideran que la propuesta no afecta al modelo de base. Reclaman que el propio sistema educativo sea reformado por entero. Tras varias protestas y el endurecimiento del conflicto, en su última reforma ministerial Piñera ha retirado a Joaquín Lavín, el impopular ministro de Educación, de su cartera y lo ha trasferido a Planificación, después de que su aceptación ciudadana cayera un 24%.
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