La primera ministra de Italia, Giorgia Meloni, y el presidente argentino, Javier Milei / Foto: Europa Press - Contacto - Esteban Osorio
Milei fue explícito en sus intenciones al disertar a principios de diciembre en Buenos Aires en la Conferencia Política de Acción Conservadora (CPAC), un foro nacido en 1972 en EEUU que reúne a políticos de ultraderecha y al sector más extremista del Partido Republicano: «Esto se trata de poder, y si no lo tenemos nosotros, lo tienen los zurdos de mierda», porfió.
Su afinidad ideológica con representantes de ultraderecha, como el primer ministro israelí Benjamin Netanyahu, la primera ministra italiana Georgia Meloni, o el exmandatario brasileño Jair Bolsonaro (2019-2023), tiene como principal exponente al virtual presidente estadounidense Donald Trump.
«Milei rompe con una tradición de la política exterior argentina que, independientemente del color político de sus Gobiernos, desde 1983 estuvo centrada en los intereses del país y no en la ideología del gobernante circunstancial», argumentó en diálogo con la Agencia Sputnik el sociólogo Gabriel Puricelli.
Esta ruptura con la histórica equidistancia que sostuvo Argentina durante su historia «es aún más dramática porque Milei no sólo le da esa impronta partidista, sino que se comporta como un fan de líderes de otros países, en primerísimo lugar, Donald Trump», esgrimió este especialista en relaciones internacionales.
Milei, que visitó a Trump en noviembre con motivo de otra reunión de la CPAC que acogió el líder republicano en su mansión de Mar-a-Lago, en Palm Beach, Florida, ha hecho suyo el ideario del expresidente (2017-2021): la lucha contra las minorías y los feminismos, la negación del cambio climático y el ataque a los objetivos de desarrollo sostenible a los que se comprometieron 195 países en 2015 con la Agenda 2030.
Bajo esta premisa, el jefe de Estado argentino concibe la política exterior «como un asunto personal de autopromoción y para la expresión de sus preferencias individuales», precisó Puricelli, coordinador el Programa de Política Internacional del Laboratorio de Políticas Públicas.
Sin estructura territorial, ni un partido con presencia institucional nacional, y en minoría parlamentaria, Milei comenzó su batalla cultural en el propio país, al enfrentar consensos históricos sociales como el reconocimiento del terrorismo de Estado durante la última dictadura (1976-1983). En simultáneo, abrió otro frente en el exterior que inauguró en enero en el Foro Económico Mundial de Davos, cuando advirtió que Occidente estaba «en peligro».
«Milei decidió un alineamiento total con el Occidente gepolítico, y dentro de este bloque, sobre todo expresa la línea de los neo-conservadores», señaló a esta agencia el doctor en Sociología Gabriel Merino, docente universitario e investigador en el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet).
La exprimera ministra británica Lizz Truss afirmó que Ucrania, Gaza y Taiwán no eran múltiples guerras sino una sola, y que las fuerzas occidentales debían alinearse en esos distintos terrenos, recordó este analista de política internacional.
«Si uno observa a Milei, se intentó posicionar en esas tres guerras del Occidente geopolítico, incluso en Taiwán, que aunque no está en guerra, podía poner en riesgo la relación con China. Por eso deshizo algún gesto hacia la isla, por lo que significaba en su vínculo con Pekín» abundó.
Su alineamiento irrestricto a EEUU e Israel lleva al presidente a desdeñar la equidistancia histórica de Argentina en los foros multilaterales. En noviembre, resonó su voto en solitario contra una resolución de la Asamblea General de la Organización de Naciones Unidas (ONU) que instaba a erradicar la violencia contra las mujeres y niñas en entornos digitales, a contramano de tratados internacionales suscritos por el país sudamericano que tienen jerarquía constitucional.
El mandatario también retiró de forma intempestiva a la delegación que había enviado a la 29 conferencia de las partes (COP) de la Convención Macro de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático que tuvo lugar en Azerbaiyán ese mismo mes.
Este nuevo paradigma teórico, que embiste contra los consensos progresistas que tengan que ver con las minorías, los derechos humanos o el feminismo, es lo que Milei califica como la «agenda woke».
En sus intervenciones en la cumbre sobre Ucrania en junio, en la ONU en septiembre, o en las sucesivas ediciones de la CPAC, el presidente reclama un lugar protagónico para su país para superar el «postureo moral» del progresismo.
El gobernante argentino «se sirve del atril que le ofrecen los foros internacionales para hacer proselitismo y para representar los intereses de la broligarchy de plutócratas tecnológicos como Elon Musk y Peter Thiel, que buscan escapar del impuesto a los súper ricos que está en la agenda del G20», señaló Merino al aludir a los dos empresarios multimillonarios que fundaron Paypal.
«Desde que asumió, e incluso desde que es figura pública, Milei impulso una batalla cultural para erradicar las ideas que considera socialistas y reafirmar los valores que supone occidentales y liberales», resaltó a su vez la politóloga Lara Goyburu, docente e investigadora en la Universidad de Buenos Aires y en la Universidad Torcuato Di Tella.
Este enfoque «no solo influyó en la política interna, sino que también ha moldeado significativamente la política exterior del país, lo que se refleja en la decisión de Argentina de no ingresar al Grupo BRICS en diciembre del año pasado, argumentando «diferencias ideológicas», ejemplificó esta integrante de la Red de Politólogas.
El desinterés del líder de La Libertad Avanza (ultraderecha) por los BRICS, grupo integrado por Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica ahora ampliado con la incorporación de Arabia Saudí, Emiratos Árabes Unidos, Egipto, Etiopía e Irán, es comparable al desdén del presidente argentino por buscar una integración regional.
Hasta ahora, el mandatario solo visitó el Salvador, para conocer a su admirado Nayib Bukele; Brasil, porque se celebró en noviembre la reunión del G20; y Uruguay en diciembre, con motivo de la cumbre del Mercosur cuya presidencia pro témpore asumió por los próximos seis meses. Su intención será buscar un tratado de libre comercio con EEUU, más allá del conseguido con la Unión Europea, y priorizar las negociaciones unilaterales por sobre las colectivas, lo que puede generar una crisis en la asociación comercial.
«Hay una contradicción evidente entre ese posicionamiento político ideológico, la realidad material de Argentina y su lugar en la economía y en la política mundial. Es un problema que llevó a que incluso Milei desescalara o barriera algunas de sus ideas fundamentales, como la idea de no negociar con «comunistas’ chinos, porque la realidad material se le impuso», razonó Merino.
El investigador argentino juzgó como muy peligrosa la posición del país sudamericano en el conflicto en Medio Oriente, «abandonando una posición de neutralidad histórica», y muy negativo el papel que ejerce dentro de América Latina.
«El hecho de que quiera ser un representante de Trump y de que haya un control más asertivo de la región por parte de EEUU en plena transición del poder mundial puede dañar algunas estructuras de integración de América Latina, como el Mercosur, y puede dejar a Argentina bastante aislada», advirtió Merino.
Esta «política exterior paracolonial con respecto a EEUU» hace recordar las «relaciones carnales» con este país que mantuvo Argentina durante el Gobierno del fallecido Carlos Menem (1989-1999), salvo que ahora la situación geopolítica es muy distinta, «porque EEUU no está en auge, sino en declive relativo, en una transición de poder y en una crisis de hegemonía», argumentó este experto.
En un escenario internacional que va limando la posición dominante que mantuvo hasta ahora EEUU, Milei insiste en generar una alianza de naciones libres que custodien «el legado occidental». Es un grupo selecto de muy poquitos: Argentina, Italia, Israel, EEUU y El Salvador, que deja a otros 190 países afuera.
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