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Chávez encarcela a Fernández Barrueco, un empresario de su entorno

Delito bancario

Poco antes de su encarcelamiento en Venezuela por presuntos delitos bancarios, el empresario Ricardo Fernández Barrueco conversó con el periodista Juan Carlos Zapata, colaborador de Americaeconomica.com, que prepara en Caracas un libro sobre los nuevos ricos surgidos durante el gobierno de Chávez. Poco antes de su encarcelamiento en Venezuela por presuntos delitos bancarios, el empresario Ricardo Fernández Barrueco conversó con el periodista Juan Carlos Zapata, colaborador de Americaeconomica.com, que prepara en Caracas un libro sobre los nuevos ricos surgidos durante el gobierno de Chávez.

Hace sólo unos meses, la filosofía bancaria de Barrueco estaba clara. «No podemos continuar con la banca rentista», señalaba, «es la banca la que más se ha beneficiado de estos años bajo el gobierno de Chávez. Y el Gobierno tendrá que revertir esa situación».

El financiero reconocía entonces que existía una incongruencia entre lo que expresaba el Gobierno y los beneficios de la banca. En esto coincidía con lo que Chávez había jurado siempre: ponerle punto final a las ganancias excesivas de bancos y banqueros.

Barrueco abogaba durante la entrevista por dar el paso definitivo hacia una banca proactiva, remitiendo a los ejemplos de la banca China y la japonesa.

-¿Hacia dónde va el modelo chavista, entonces? Para el empresario, conocido en Caracas como el Zar del Mercal, tal vez hacia el modelo chino, con una participación mixta de empresarios y Estado actuando juntos. «No veo empresarios aislados», aseguraba. Ni tampoco una banca aislada, tutelada desde Nueva York. Barrueco aseguraba que lo que realmente se necesitaba era una operando con el Estado. No estatizada, pero sí apoyando al Estado.

Barrueco consideraba que el interés individual no puede prevalecer sobre el colectivo, pese a que aquel es muy importante para promover el desarrollo. «La especulación hay que castigarla, pues la especulación no puede determinar la tragedia de un colectivo». Estas ideas son las que, según sus palabras, compartía con la alta dirigencia del Estado, del Gobierno.

El 9 de abril de 2002 Ricardo Fernández celebraba 37 años, pero el futuro no lo veía claro, más bien tormentoso. Sobre todo lo embargaba el pesimismo a la hora de sacar cuentas. El gobierno de Chávez les debía 66 millones de dólares. Era mucha plata para una organización de 300 millones de dólares en ingresos. El 11 de abril cae Chávez, y entonces, Ricardo Fernández y sus socios se percatan del lío en que están metidos. ¿Y ahora quién nos paga?, se preguntaban.

Barrueco no recuerda aquellos días con buen ánimo. De hecho, aseguraba que las primeras llamadas recibidas desde el gremio fue para tratarle de rata. «¿Dónde te vas a meter, rata?», recuerda que le decían.

Fue en ese momento cuando se dio cuenta de que el destino de Chávez era el suyo propio. Y para fortuna suya, Chávez regresó.

El 11 de abril se transforma, como se ha dicho, en un deslave político, militar y empresarial. Un cambio de actores. Quienes se quedaron con Chávez y quienes hicieron todo lo posible porque se marchara.

Fernández coincide en este punto. En su opinión, se anticiparon los derroteros y él mismo se anticipó a lo que venía. Ahí tomó la decisión de su vida: jugar a fondo con el Gobierno. El plan era sencillo. El gobierno debía contar con empresarios leales. El mensaje fue transmitido. Actuó Efrén Andrade. Actuó Pedro Carreño. Actuó Luis Velásquez Alvaray. Actuó Hugo de los Reyes. Actuó Adán.

Por eso es que el paro de 2002-2003 no coge a Chávez con las manos vacías. Por eso es que el Gobierno se planta y resiste. Al menos en materia alimentaria contaba con Fernández Barrueco. Chávez escucha el mensaje que estos empresarios le enviaron en los días previos y durante el paro. Y frente a lo que se cree, jamás se reunió con ellos. Así lo asegura al menos de forma tajante Ricardo Fernández.

El mensaje transmitido por Andrade y Adán Chávez dejaba en claro una condición indispensable: que respaldaran al grupo en las iniciativas que éste tomara. No pedían créditos. No pedían dinero. Sino apoyo, trámites rápidos, medidas rápidas, soluciones ágiles.

Barrueco recuerda la situación. El dinero estaba en la banca. El dinero lo ponían ellos. No buscaban financiamiento de la banca pública. Y advertía durante la entrevista: «pueden revisar: en el Banco Industrial de Venezuela no hay créditos nuestros. Lo que solicitamos, eso sí, fue facilidades. Que no nos pusieran trabas a lo que quisiéramos traer de afuera».

Esto significaba importar desde bienes de capital hasta materia prima en el menor tiempo posible. Barrueco recordaba cómo lo que más impactó a Chávez de la propuesta fue su presentación como un plan de guerra para destrabar situaciones en un país polarizado y en el cual se esperaba lo peor.

En consecuencia, Ricardo y sus socios activaron la planta de plástico para envasar. Demandaron camiones y comprometieron la producción nacional de cinco años: de los 100 camiones iniciales de ATC, saltan a poseer 2.000 en la actualidad. Con asesoría, copiaron tecnología, hasta el punto de creerse su propio plan de guerra, incluyendo la eventualidad de un bloqueo. «Si el bloqueo llegara, la producción no se paralizaría», sentenciaba Ricardo Fernández.

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