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El socialismo del SXXI, una lucha que se libra en Cuba y Venezuela

El dogma es: poder y más poder

Nuestro colaborador Juan Carlos Zapata ha realizado un reportaje sobre la actual situación política en Cuba y Venezuela, bastiones del socialismo del siglo XXI. Zapata habla de la resistencia de las élites políticas a cualquier cambio y de los problemas que se pueden encontrar las empresas que crecen más de la cuenta. Sin olvidarse de diseccionar la burocracia fidelista. La burocracia fidelista lleva un plan en el portafolio. En el gobierno hay aliados y adversarios. Y Chávez asume un cambio de mentira.

Pero si eso lo advirtió el general Raúl Isaías Baduel en su discurso de despedida. Cuidado con repetir esquemas fracasados, como el capitalismo de Estado de la Unión Soviética.

Sobre esa apuesta venían cabalgando los boliburgueses como Ricardo Fernández Barrueco. A la convivencia entre capitalismo de Estado y propiedad privada.

Ahora sale Chávez y dice: no hay dogma. No se puede caer en el error de los soviéticos que lo estatizaron todo.

¿Por qué lo dice? Por el tema electoral interno, por un lado. Los electores se empeñan en la vigencia de la propiedad privada. Y Chávez está perdiendo las elecciones. Ya el gobierno tiene unos puntos por debajo de la oposición.

Por otro lado, el tema cubano. El socialismo del SXXI es una lucha que se libra en Cuba y Venezuela. La burocracia fidelista, a la que Chávez le debe mucho, es la más reacia a los cambios, no sólo en Cuba sino también en Venezuela, teniendo a ésta como el botín que la sostiene y la hace aparecer todavía con mayor fortaleza frente al grupo de Raúl Castro, más cercano a las reformas.

Esa burocracia sentencia de muerte a la derecha endógena. Y sentencia de muerte a los boliburgueses. Esa burocracia fidelista entendió que si los boliburgueses cogían vuelo en poder económico, el poder político también iba a pendular, restándoles campo a los Chávez, a los Jaua, a los Giordani, a los más profidelistas del régimen.

-Mira siempre el dinero .aconsejaba una fuente de la Cancillería cubana- Para donde se mueva, se moverá el poder político.

Pero no esperaron. Antes que se moviera, desbarataron el esquema de los boliburgueses, para luego declarar la guerra económica (solución final) a los grupos económicos tradicionales.

Chávez dice: hay espacio para la pequeña y mediana empresa privada. ¿Cómo decía Pedro Tinoco? Y cuando ésta sea grande, ¿qué pasará? Volverá a repetirse la historia. El problema es reclamar cuotas de poder como lo hicieron los boliburgueses. El problema es el poder. Y por tanto, sí hay un dogma: no se comparte el poder.

En Cuba, la pequeña empresa privada permitida son los locales de frituras. Por el camino que va, en Venezuela serán bloqueras.

Aquí el problema es doble. Ni Chávez va a compartir el poder, y tampoco la burocracia fidelista, para seguir disfrutando del gran botín.

Un empresario, ex-proveedor de PDVAL, señaló que el fraude de los contenedores es mayor. No es sólo comida podrida en los puertos del país. También se desviaron cargas. Se pagaron alimentos que nunca llegaron. Y se pagaron cargamentos que no existían. A los contenedores se les daban hasta 20 vueltas. Hay que buscar en muelles de Panamá, Curazao, Jamaica y República Dominicana. Hay que meterse en la red de la burocracia fidelista. El megafraude es de miles de millones de dólares.

No es fantasía: aún los alemanes están tras la pista de las cuentas del tesoro de la RDA. Militantes en Austria, Suiza, Francia, la misma Alemania occidental, estructuraban la red de negocios de la Alemania oriental.

El dogma ya está aquí. El Estado chavista es dueño de todo lo grande, incluyendo las divisas. (Que no se olvide esto). Y dentro del chavismo, parcelas de poder, cada una a su ritmo.

En Cuba, dos tendencias pugnan. La de Raúl Castro introduce a cuenta gotas algunas reformas de apertura. En Venezuela, las reformas van al revés. Si el rumbo se mantiene, los dos sistemas se encontrarán en un punto. Nunca en el punto de la plena libertad económica ni política. ¿Serán iguales? Ya Venezuela se iguala con Cuba en algo: le cuesta emitir deuda, y negocia descuentos con los acreedores, proveedores y contratistas.

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