Nuestro colaborador Juan Carlos Zapata ha realizado un reportaje sobre como el presidente de Venezuela, Hugo Chávez, ha pasado de criticar las posibilidades de informar que ofrece Internet, a ser uno de sus mayores defensores. Zapata ha escrito sobre como desde hace un tiempo ya no se sabe quién gobierna en el país, Chávez o @chávezcandanda. Nuestro colaborador Juan Carlos Zapata ha realizado un reportaje sobre como el presidente de Venezuela, Hugo Chávez, ha pasado de criticar las posibilidades de informar que ofrece Internet, a ser uno de sus mayores defensores. Zapata ha escrito sobre como desde hace un tiempo ya no se sabe quién gobierna en el país, Chávez o @chávezcandanda.
El ‘cariño’ del presidente de Venezuela a Twitter ha llegado a tal punto que inclusive en un acto de la Faja del Orinoco, frente a los presidentes de Repsol, Chevron y empresarios de Japón, Malasia, India y Venezuela, entre otros, no se sabía quién presidía.
Pudo haber sido un acto de primera, y no lo fue. El equipo organizador se había esmerado con los mapas y las maquetas y con la presentación de Rafael Ramírez para seguir la ruta de la Faja del Orinoco, los campos, los bloques, en la pantalla electrónica. Se pensó inclusive montar el acto en medio de la Faja, a lo que Chávez se opuso.
Todo había comenzado perfectamente bien con aquellas explicaciones de Eulogio del Pino sobre la maqueta en el piso y el mapa colgante. Entonces Chávez soñaba en La Campiña, sede de PDVSA, con el futuro, con las ciudades ecológicas del S.XXI, y veía al Río Orinoco sembrado de empresas, plantas, y desarrollos agroindustriales, apalancamientos agrícolas.
Y en la maqueta, la red ferroviaria, y el trazado de una autopista que no le gustó mucho. El presidente de PDVSA, Rafael Ramírez, intentaba explicar, pero Chávez como si no lo oyera, pues soñaba, soñaba con su propio plan.
Todo parecía ir bien, comenzando porque no se veía ninguna estampa militar. Se habían vestido para ocasión. De negro estricto y formal; claro con la corbata roja para abrir el color, como dicen por ahí; para confirmar la ideología. Parecían ejecutivos, empresarios; en todo caso, formales funcionarios de una multinacional llamada PDVSA.
Empresarios socialistas, si se hiciera la concesión, siguiendo el patrón de aquella Asociación de Empresarios Socialistas en la cual figuraban José Vielma Mora, Johnny Yanez Rangel, Rodolfo Sanz y Alito Uzcátegui, entre otros.
Más allá aguardaban, también de negro, con la excepción del ministro indio que vestía de traje natural, los chivos de Chevron, Repsol, Mitsubishi, Petronas, y Suelopetrol.
Pintaba eso como el gran acto de relanzamiento de la política petrolera. No era para menos, tratándose de la gran apuesta gubernamental de la Faja y el Bloque Carabobo, que abrió los apetitos de otras multinacionales como la Exxon Mobil para los futuros contratos, aceptando el llamado reciente de Rafael Ramírez en Estados Unidos, de que nadie puede quedar al margen de esta oportunidad llamada el negocio de la Faja. Además, ya Chávez se había fajado por el twitter anunciando la inversión: 40.000 millones de dólares.
Las cosas cambiaron a mal cuando empezó a caminar sobre la maqueta, poniendo en peligro las torres simuladas, y los taladros, y la red ferroviaria, y la autopista, y hasta el curso del Orinoco. Pisaba aquello y la imagen era la del déspota del S.XIX, Guzmán Blanco, pisando el cuero seco de la geografía nacional. Desde un costado observaba, silente, Baldo Sansó, artífice del éxito del Bloque Carabobo; cuñado de Rafael Ramírez, y éste, sin mencionarlo, en su discurso de “orden”, intentará reivindicarlo junto al equipo por lo realizado hasta ese momento.
En efecto, hasta ese instante. Pues de pronto el mundo chavista volvió a la normalidad de la informalidad con Chávez pegado al Blackberry y al Twitter, y era dale que dale a los dedos, pues en la tarima del poder no era el Presidente de Venezuela quien presidía el acto sino un individuo transformado en @chávezcandanga; y entonces el traje negro de Alí Moshiri y su corbata a rayas cremas y azules, de las que le gustan al ministro Jorge Giordani, se iban arrugando, porque Moshiri hizo como un gesto de enterrarse en la silla.
Y la informalidad fue cogiendo cuerpo gordo y pesado cuando interrumpió a Ramírez quien no había llegado ni a la cuarta parte de su discurso, un discurso aceptable en tanto técnico y líder de una de las petroleras más importantes del mundo que intenta mostrarle al mundo que lo posee todo; que posee la mayor reserva de petróleo del planeta.
Ya para ese momento Antonio Brufau, el de Repsol, tenía cara del que atiende pero que no desea estar allí; y el ministro Indio, más impávido, metido en los audífonos, oyendo la voz de la traductora. Y dale otra vez con el twitter y el Blacberry para leer un mensaje urgente que resultó ser nada, pero que de todas maneras algunos trataron de aplaudir, sin que la sala siguiera el intento.
Dado el curso, al final fue sin pena ni gloria. El discurso, repetitivo. Peor, insultante para aquellos invitados a la fiesta. Los invitas a la casa, pasas un año conquistándolos, según confesión de Ramírez, y de paso terminas embadurnándoles la cara con el imperio, y la explotación, y las transnacionales malditas, y el robo de las concesiones, y los dobles fondos de los barcos para robarse el petróleo, y de la gesta anti imperial de Cipriano Castro, y de las fortunas nacidas bajo el yugo de Juan Vicente Gómez.
Y lo peor, se servía la impresión de que a @chávezcandanga o al Presidente, ya no es posible discernir quién es quién, le interesaba más el dinero, pues puntualizaba que ya Putin había mandado su cheque de los otros convenios, o precisando si con la firma de los firmantes venía la plata, y sacando a cuenta los pagos pendientes.
Todo parece broma, pero en la broma hay una obsesión, como la del tipo que hace un negocio y le han prometido el pago mediante una transferencia bancaria pero él no se lo cree, quiere el dinero allí, en sacos. Y en este sentido, la realidad se inventa juegos para superar la ficción, pues en el turno de Chevron, para la firma del consorcio que comparte con Suelopetrol, Mitsubishi, Inpex y por supuesto PDVSA, Moshiri no acude solo, con él va su jefe, como testigo, por si acaso.