Bolivia celebra este domingo unas elecciones llamadas a pasar página a la crisis abierta a raíz de los comicios de hace un año que terminaron por forzar la salida de Evo Morales del poder. No obstante, en un país claramente polarizado, todo parece apuntar a que habrá que esperar a la segunda vuelta del 15 de noviembre para conocer quién será el encargado de tomar las riendas.
Como ocurrió en las elecciones del 20 de octubre de 2019, el rival a batir es el Movimiento Al Socialismo (MAS) pero por primera vez desde diciembre de 2005 su cabeza de lista no será Morales, sino el que fuera durante años su ministro de Economía, Luis Arce. Frente a él, al igual que hace un año, el candidato con más opciones es el expresidente Carlos Mesa, que concurre por Comunidad Ciudadana (CC).
Los sondeos han venido situando a Arce a la cabeza, pero para imponerse en primera vuelta necesitaría recabar más del 50 por ciento de los votos o el 40 por ciento, con diez puntos de ventaja sobre Mesa, algo que parece improbable a tenor de las encuestas.
La última publicada por ‘Página Siete’ el pasado domingo –último día permitido conforme a la legislación boliviana– situaba a ambos en un empate técnico, con un 27,2 por ciento para el expresidente, cinco puntos más que hace un mes, y un 27,1 por ciento para Arce, dos puntos menos. El tercero en la contienda es el derechista y candidato de Creemos, Luis Fernando Camacho, que obtendría el 14 por ciento, seis puntos más.
Sin embargo, un elemento clave que podría terminar inclinando la balanza es el número de indecisos. Según dicho sondeo, el 19,8 por ciento aún no tenía decidido por quién iba a votar, mientras que el 7,4 por ciento aseguró que optará por no votar a ninguno de los candidatos, votar en blanco o nulo.
Este elevado porcentaje de indecisos ha llevado a Arce a sostener que hay un «voto oculto», incluidos empresarios y clase media, que el domingo depositará la papeleta del MAS en las urnas pero que prefiere no reconocerlo de forma pública. Su argumento es que la vuelta del partido de Morales al poder permitirá consolidar los avances económicos registrados por el país en los últimos 14 años, de los que precisamente Arce fue uno de los principales artífices.
Por otra parte, los expertos inciden en el papel clave que está llamado a desempeñar Camacho, quien fue uno de los líderes de las protestas tras el fraude electoral de 2019 constatado por la Organización de Estados Americanos (OEA). El antiguo líder cívico se ve incluso con opciones de victoria y tiene en la región de Santa Cruz, histórico bastión de oposición al MAS, su feudo principal.
Aquí, Camacho es el candidato que más apoyos arrastra, algo a tener en cuenta dado que Santa Cruz acoge al 26,83 por ciento de los electores registrados en el país, frente al 27,35 por ciento que alberga La Paz. Así pues, una victoria del candidato de Creemos en esta región, que produce el 70 por ciento de los alimentos del país y aporta el 30 por ciento del PIB nacional, restaría apoyos a Mesa, que fue quien se impuso en 2019 con el 46 por ciento del voto.
Precisamente, para evitar la fragmentación del voto de rechazo al MAS la presidenta interina, Jeanine Áñez, anunció hace unas semanas que retiraba su candidatura. La otrora senadora, y que se vio elevada al cargo tras la salida de Morales, había descartado en un primer momento ser candidata en las presidenciales, pero cambió de opinión, con las consiguientes críticas en su contra.
Consciente de que su opción apenas recababa apoyos, Áñez optó por dar un paso atrás para dar más garantías de una derrota del MAS –algo en lo que le ha seguido en los últimos días el expresidente Jorge ‘Tuto’ Quiroga, también sin opciones–, pero su gesto no ha conseguido aglutinar el respaldo en torno a un único candidato. Ella misma ha evitado respaldar abiertamente a Mesa, el candidato con más opciones, aunque sí ha animado a sus partidarios a votar por quien tiene «mejor porcentaje».
Tampoco Camacho ha querido respaldar a Mesa, quien a su vez ha rechazado sellar alianzas y ha defendido en todo momento que son los bolivianos quienes tienen que crearlas en las urnas. No obstante, cabe esperar que, de haber una segunda vuelta, quienes voten por el líder de Creemos puedan dar su voto al expresidente.
Uno de los argumentos a los que desde la oposición al MAS se está recurriendo es al hecho del previsible regreso de Morales al país. El expresidente, exiliado actualmente en Argentina tras pasar inicialmente por México, ha dejado claro que si su partido gana volverá «al día siguiente» a Bolivia, lo que ha suscitado el temor de que pueda ser él quien termine gobernando en la sombra.
Así lo ven al menos el 61 por ciento de los consultados en el sondeo realizado por Mercados y Muestras para ‘Página Siete’, que se decantaron por la opción de que si gana el MAS el Gobierno de Arce estará «controlado por Evo», frente al 28,2 por ciento que cree que sería «independiente» del antiguo mandatario, primer presidente indígena del país.
Sin embargo, el propio Morales aseguró esta misma semana que sus planes una de regreso pasan por «formar a futuros líderes» y que quien gobernará será Arce. Este último, además, ha aclarado que su intención es estar en el cargo durante un solo mandato de cinco años.
En todo caso, en las elecciones de este domingo los bolivianos no eligen solo a su presidente, sino también la composición de la Asamblea Legislativa Plurinacional. Aquí, se da por hecho que la hegemonía del MAS, con dos tercios de los escaños, pasará a la historia tras tres legislaturas. Lo mismo ocurrirá con la Cámara de Senadores.
En ambas cámaras, de acuerdo a las proyecciones de los sondeos, Comunidad Ciudadana se convertirá en la principal fuerza pero la gobernabilidad pasaría por el respaldo del partido de Camacho, que se convertiría en la tercera fuerza política por delante del Frente Para la Victoria (FPV), que lidera el pastor evangélico Chi Hyun Chung.
En opinión del politólogo Marcelo Silva, lo que en realidad está haciendo Camacho es consolidar su liderazgo y su proyecto regional en Santa Cruz, en el este del país, partiendo del principio de que el próximo gobierno, lo lidere quien lo lidere, «va tener que pactar con Santa Cruz». «Sea Arce o sea Mesa, presidentes occidentales ambos, tendrán que estar supeditados a la buena voluntad política de Camacho», resalta en declaraciones a ‘La Razón’.
Otro de los temores que planean sobre estas elecciones es la posibilidad de un nuevo fraude. Arce ha dicho que reconocería su derrota pero considera impensable que Mesa le pueda ganar en primera vuelta teniendo en cuenta los sondeos salvo que haya «fraude electoral». Otros miembros del MAS han ido más lejos, prometiendo con sacar a sus partidarios a la calle si esto ocurre.
«Las elecciones del 18 de octubre son un ejercicio crítico de democracia en Bolivia», subraya Holly Sonneland, experta de American Society/Council of the Americas (AS/COA). «La estabilidad política dependerá mucho de si los votantes ven el proceso como válido y seguro y si los principales candidatos y líderes de partido aceptan los resultados y dan instrucciones a sus partidarios de que también lo hagan», previene.
Las elecciones, que debían haberse celebrado el 3 de mayo, tuvieron que ser aplazadas debido a la pandemia de coronavirus. Hasta el momento, Bolivia ha registrado casi 140.000 contagios y algo más de 8.400 decesos.
En total, algo más de 7 millones de bolivianos están llamados a las urnas. Para velar por la seguridad de la jornada electoral, se desplegarán unos 32.000 efectivos de las Fuerzas Armadas y de la Policía, mientras que habrá observación electoral, entre otros, de la Organización de Estados Americanos (OEA).
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