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EL NUEVO MODO

Transiciones

No, no es transición, a secas. Y no, no es lo que dice el diccionario. Tampoco, cualquier cambio político. No lo es para volver atrás, por ejemplo. Aún más, no es un listado de acciones de buena voluntad. No lo es. No, no es transición, a secas. Y no, no es lo que dice el diccionario. Tampoco, cualquier cambio político. No lo es para volver atrás, por ejemplo. Aún más, no es un listado de acciones de buena voluntad. No lo es.

Es una definición mucho más exigente, estudiada a la saciedad en la literatura experta en política y economía, y centrada en dos grandes asuntos, no necesariamente coincidentes: el pase de un totalitarismo a la democracia y/o del comunismo al mercado. O sea, es un cambio intencional y consciente de régimen político y/o económico. Y eso, disculpen la insistencia, no es cualquier cambio.

El primer concepto necesario data de 1969. Y es, así como lo voy a enunciar: transición a la democracia. Cambio del totalitarismo a la democracia plena. Es un cambio de régimen político, no de personas o de gobierno, centrado en lo institucional. No es transición democrática, como algunos llegan a decir. Este último es un concepto que se le asocia; pero, no es lo mismo. Es solo una parte del proceso.

El segundo concepto, surgido en los noventa, se enuncia como transición del comunismo al mercado. Es un cambio de régimen económico, también centrado en un vuelco amplio y profundo de las instituciones. No es solo salir del colectivismo o estatismo. Es fundar una economía a la medida de los retos productivos, competitivos, de integración supranacional y de exportación del mundo actual. No es cualquier manejo económico, entonces.

Eso es lo conceptual. Ahora, para lo práctico –en el día a día del gobierno de transición- una cosa son los fines y otra, muy distinta, las condiciones y medios a usar. Vale el proyecto; pero, mucho más el manejo. Es ahí dónde deben desplegarse amplia y muy detalladamente, “las artes del buen gobierno”. No en la retórica, sino en las miles de decisiones de distintos campos interrelacionados. Y como dicho, día a día.

Lo peor que se puede hacer, entonces, es que se improvise en un momento tan exigente de la política y la economía. La literatura de la Universidad Johns Hopkins muestra cómo en eso de las transiciones a la democracia hay casos exitosos y fallidos. O sea, que no es, como dicho, “soplar y hacer botellas”.

Por ejemplo, en lo económico y político, para citar solo un caso culturalmente cercano, los atascos de la democracia española, posteriores a un largo y referido caso de transición a la democracia (se llega a pedir una “segunda transición”), muestran que los límites en el hacer transicional, la no consideración de los asuntos específicos del caso y el retraso en la comprensión del “día después” de la transición democrática (se le llama consolidación democrática), pueden llevar a los laberintos ampliamente conocidos.

En lo político, valgan los ejemplos ruso o nicaragüense, en los cuales el “argumento de la Economía Política” impidió una transición plena o la garantía de condiciones para una efectiva democracia, y muestran hoy lo que el Nobel Krugman acaba de llamar “versión extrema del capitalismo de amiguetes” (eso es política) o una regresión al autoritarismo.

Y es que un tema transicional álgido es el de la relación entre economía y política en ambos sentidos. Sobre lo cual, por cierto, hemos escrito en fecha reciente, en un balance del “estado del arte” de la Economía Transicional.

Apuntábamos que: “En principio, es una relación de doble sentido. Las condiciones iniciales (de la transición al mercado) y el programa de reformas (para ella) y su ritmo influyen la política; e, incluso, los resultados electorales y viceversa. Los mejores resultados transicionales van a depender de la existencia de capacidad política para implantarlos, que debe procurarse.

Las limitaciones impuestas por la política llegan a extremos como la influencia nefasta del poder de arbitraje de los dirigentes sobrevivientes del antiguo régimen (Ej: Rusia), en mafias, rentismo, grupalismo, etc. En sentido contrario, un buen desempeño económico sostenido juega a favor de las buenas prácticas políticas y la consolidación democrática (…).

La conclusión es que la concreción institucional y jurídica transicional por razones políticas –el tipo de transición, por ejemplo- influye en el avance o perturbación de las reformas y el crecimiento”.

Esto último es crucial y también lo hemos estudiado. Es el leitmotiv de nuestro último libro, en elaboración. Se puede y se debe entender las transiciones como procesos dinámicos, estratégicos que se deben comprender y gestionar. Cada situación previa o en el proceso de transición misma exige un manejo específico. Y el conocimiento de la progresividad del proceso permite la optimización de resultados.

Entonces, no me vengan con improvisaciones. Se habla de transición, junta de transición, gobierno de transición, etc., con mucha ligereza. Para el asunto, el conocimiento experto es ineludible, por Dios. Lo es para el diagnóstico (ahora), el fin estratégico (también ahora) y las líneas de actuación (desde ahora hasta la consolidación).

Termino. Venezuela ha improvisado mucho con la política. En este momento, en una situación nacional límite, no puede permitírselo. Que no seamos nosotros responsables o cómplices, por intereses o por ignorancia.

* Santiago José Guevara García

(Valencia, Venezuela)

[email protected] / @SJGuevaraG1

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