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EL NUEVO MODO

Transición III

Lo sustancial de este artículo se deriva de las preguntas que nos formuláramos en el precedente: “¿Qué hace que unos países que transitan del comunismo al mercado también lo hagan a la democracia y que otros, no? ¿Cuáles factores lo han impedido? ¿Qué es lo que hay que hacer al respecto?”. Lo sustancial de este artículo se deriva de las preguntas que nos formuláramos en el precedente: “¿Qué hace que unos países que transitan del comunismo al mercado también lo hagan a la democracia y que otros, no? ¿Cuáles factores lo han impedido? ¿Qué es lo que hay que hacer al respecto?”.

La respuesta a la primera la proponemos de manera muy simple: depende de cuáles son las nuevas instituciones que se pueda implantar, lo cual dependerá del bloque social que conduce la transición; con énfasis en lo relativo a la extensión y calidad del consenso sobre el cual se apoya. Temas de la Nueva Economía Institucional, la Politología y la Economía Constitucional.

La respuesta a la segunda la hacemos mencionando los casos chino y vietnamés, ejemplos de lo que Vargas Llosa acaba de llamar “capitalismo comunista”: la transición al mercado, pero no a la democracia, se ha montado sobre la vía expresada por el “Beijing Consensus”, esquema de desarrollo chino, experimental y progresivo, sistematizado por Joshua Cooper Ramo, o lo que Klaus Schawb, chairman del World Economic Forum (WEF) llama “coordinated development”.

Nos explicamos. Resulta que el proceso transicional que llamamos “lo legal-institucional” se compone de manera distinta en las transiciones a la democracia y al mercado. Para los chinos, interesados en logros productivos, los derechos humanos y cívicos no forman parte de la transición, sino –si acaso- de una última fase del desarrollo. Esa ausencia –deliberada- impide el desarrollo democrático. Al menos, así ha sido hasta ahora, en los plazos corto y mediano.

La gran diferencia, entonces, está en el campo de los derechos humanos, la transparencia, el nivel de vida, la democratización y otros valores políticos y el tema de la corrupción (el cual parece comenzar a cambiar en China), etc. Una agenda que se pretenda democratizadora debe manejarlos, sin lugar a dudas, de manera positiva, como componentes ineludibles de la transición a la democracia. Son el quid de la diferencia.

El “qué hacer” –la tercera pregunta- se resuelve en la amplitud política y el timing de lo legal-institucional. Es asunto que debe ser resuelto temprano, por cuanto se ha señalado que “No hay dudas sobre la relevancia y prelación de lo legal-institucional sobre lo económico”. Y planteamos aquí, que no solo por la necesaria integralidad de la acción política -las transiciones integrales no son fenómenos de tecnócratas, sino de políticos- y también –dale con la política- porque solo con manejos de Economía Política son posibles los cambios necesarios a la sustitución de un régimen (no de un gobierno) por otro.

La metáfora que viene en nuestro auxilio, para esa acción, la hemos referido varias veces. Es el “bloque social o histórico gramsciano. Una vanguardia dotada de ideas nuevas resulta capaz de convocar y reunir a distintos factores sociales, económicos, culturales, etc., y hacerse hegemónica, sin que esto signifique ningún atisbo de totalitarismo”. Más del campo de la política.

El reto transicional venezolano actual, entonces, pasa por varias condiciones: 1) reconocer la doble (o múltiple) dimensión del cambio: político y económico; en términos de procura de la democracia plena y de la óptima fórmula económica, con base en el mercado y la inversión privada de riesgo; pero, también con un Estado proactivo, a favor de lo anterior. 2) La inevitabilidad del ariete institucional. Nada de voluntarismos y conductas carismáticas, sino organización e instituciones. Y 3) El valor esencial, para lo anterior, del apropiado manejo político.

Lo último no está resuelto. La MUD es parte del pasado a superar. Las otras aproximaciones opositoras han sido fallidas, por carismáticas o inconsistentes. El constituyentismo está afectado de fundamentalismo e instrumentalismo. Los que se llaman “resistencia” no trascienden la épica. En los militares no prende la llama de una doctrina nacional trascendente. Y etcétera.

Pero, de todo ello puede surgir el bloque necesario. Se necesita disciplina organizativa, liderazgos, vocación de cambio y valoración de los consensos y lo institucional, valentía y disposición a la lucha y, último, pero no menos importante, el ideario que infunda la sustancia apropiada y la viabilidad de largo plazo a todo lo anterior.

Un pequeño grupo dirigente que entienda la ruptura necesaria y la obligatoriedad de un nuevo gran planteamiento político nacional debería ser el núcleo promotor del nuevo bloque. 1°) La amplia discusión de ideas es necesaria. 2°) Los flujos de relaciones entre sectores y tendencias deben ser desarrollados. Y 3°) la vocación de lucha debe valorarse.

Desde hoy, para los escenarios viables de transición que hemos expuesto en artículos del año pasado, solo una acción política como la esbozada puede permitir los resultados específicos plenamente satisfactorios.

Y termino la serie. No, no es solo transición. Tampoco solo transición al mercado o a los deformados esquemas políticos de nuestra historia reciente. Es una transición integral y plena. Para, con ella, asumir la consolidación. Aclarado el camino, la responsabilidad es asumirlo.

* Santiago José Guevara García

(Valencia, Venezuela)

[email protected] / @SJGuevaraG1

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