En noviembre de 1991 –escribía en esa época en El Diario de Caracas- anticipé algo que luego, no recuerdo el año, tuve oportunidad de comentar, en casa de su hija, con el ex Presidente Pérez. En noviembre de 1991 –escribía en esa época en El Diario de Caracas- anticipé algo que luego, no recuerdo el año, tuve oportunidad de comentar, en casa de su hija, con el ex Presidente Pérez: la deriva del gobierno que había practicado un riguroso plan de ajustes obligaba a una completación de las medidas, so pena de ponerse frente al riesgo de una crisis terminal.
Aquellas acciones no fueron ejecutadas. Y a los tres meses vino el primero de los dos golpes de Estado que representaron un golpe severo a la estabilidad del sistema imperante. Mi presagio se cumplió. Y que conste que no fue porque sabía lo que preparaban los golpistas. El ciclo democrático iniciado en 1958 iba en la vía a su regresión.
La formulación de políticas públicas –para aquel entonces elaboraba un modelo decisional al alto gobierno, que se frustró con los eventos del ’92- obliga a considerar el llamado “timing” de las decisiones. Esa formulación no es un puro acto tecnocrático. Requiere intuición y “olfato” –que no se compra en botica, ni acepta manuales- para valorar la influencia de elementos políticos, sociales y otros, en lo relativo al momento en que se debe tomar las decisiones.
En el momento actual, hay dos grandes asuntos en el campo de la política económica, en los cuales revolotea el asunto del “timing”. Uno, no admite demora: fijar una posición. El otro, es ineludible para fijarla bien frente a lo que se intuye.
Primero, al país nacional le quedan escasas dos semanas para definir y fijar una posición ante los ajustes económicos necesarios y la campaña manipulada que adelanta el régimen para viabilizarlos. A Venezuela se la está “guisando”, para hacerla pagar el costo de mantener el mismo o un mayor desastre del Estado que nos oprime, destruye y entrega.
Segundo, para la definición de la posición del país nacional se debe operacionalizar muy en detalle el orden y las prelaciones de las muy distintas medidas a tomar, en un programa coherente, como hemos sugerido, o, incluso, en el estilo oficial hasta ahora conocido. En lo que ha dicho el régimen, hay muchas mentiras y manipulaciones que se han establecido como matrices de opinión dañinas, que pueden influir las decisiones y hacerlas aún más nocivas.
Resulta que para lo primero, el régimen solo necesita salir de su previsto Congreso para tomar, basado en su posición de fuerza interna, las medidas que tendrá que asumir. Y si es en vacaciones, mejor. Y, como dicho, ese tiempo llega en dos semanas.
En lo sustantivo del programa de ajustes, el régimen aspira hacerlo vía ingresos y eso se concreta en que su espina dorsal estará en devaluar fuerte; subir precios, tarifas e impuestos y contraer nueva deuda externa cara. Y puede tener la tentación de encararlo directa e inmediatamente.
Pero, ésa no es la solución apropiada. Un ajuste vía gastos, o una combinación de ajustes, con prioridad al replanteo del gasto, es lo más aconsejable y la primera medida a tomar. Las siete u ocho medidas a tomar en los ámbitos fiscal, monetario, cambiario y de controles requieren una esmerada definición de prelaciones y “timing”.
Los resultados del Congreso van a influir en las decisiones que se tomen. Ya referíamos en nuestro artículo anterior el enfrentamiento entre facciones oficialistas, que debería resolverse en el evento.
El conocimiento público pleno de la gravedad de la situación también va a influir. Ojalá se diere la eventual referencia de algún órgano multilateral del área económica -el FMI, por ejemplo-, que contradiga el manipulado manejo oficial.
Y como he venido sosteniendo públicamente por semanas, igual va a influir la manifestación de una o varias posiciones públicas del país nacional, o de sectores de opinión influyentes.
Tres factores, entonces, en el entorno específico de las decisiones: posición política surgida del Congreso, calidad del diagnóstico de base para las medidas y contrapeso de parte de la sociedad o de sus sectores organizados.
De los tres factores anteriores, solo uno depende de los más interesados: los ciudadanos venezolanos, principales afectados por un diseño inapropiado. Toca manifestarse a ellos, o a sus grupos relacionados con el asunto.
Pero, como también hemos dicho, ni la patronal empresarial, ni el sindicalismo democrático, ni el gremio de economistas, ni las distintas tendencias opositoras han dicho esta boca es mía. No hay ni una posición, ni una propuesta. Ahora lo digo dramáticamente: tienen solo dos semanas –incluso menos- para agenciarlas.
En mi juego de escenarios de hace quince días están retratados los posibles decursos. El régimen sabe lo que busca. Si no tiene barreras a su acción, lo logrará. No es nada bueno para el país.
Yo creo haber hecho mi parte, tanto en contenidos, como en procura de una mínima organización frente a los hechos y mis anticipaciones. Hasta ahora, no he tenido éxito en lograr la posición que creo necesaria. Temo que se cumplan de nuevo mis presagios. No me satisface que así sea. Quiero anticipar luces, no sombras.
* Santiago José Guevara García
(Valencia, Venezuela)
[email protected] / @SJGuevaraG1