Nuestro estado (Carabobo, urbano-industrial y portuario, región central) ha estado en el centro de la noticia política del país, en razón de los conflictos y trompadas en el seno de la política democrática local. El domingo pasado, una decisiva reunión de los dos polos formados en su interior con representantes nacionales de la Mesa de la Unidad Democrática terminó con un golpazo sangriento. Nuestro estado (Carabobo, urbano-industrial y portuario, región central) ha estado en el centro de la noticia política del país, en razón de los conflictos y trompadas en el seno de la política democrática local. El domingo pasado, una decisiva reunión de los dos polos formados en su interior con representantes nacionales de la Mesa de la Unidad Democrática terminó con un golpazo sangriento.
La pérdida no fue de unidad, sino de sindéresis. El proceso se cumple, lamentablemente, a tropezones. En vez de diversas opciones armónicas, por sinrazones ligadas a procesos extraños al de la elección parlamentaria, ocurre dentro de una polarización extrema; la cual, incluso pone en riesgo las aspiraciones de quienes las encarnan.
Y reitero que el daño no lo es a la unidad. El primer análisis de muchos es así, criterio que no comparto. La política unitaria es, por definición, amplia y diversa; horizontal y transparente. Pero, de sus desviaciones, que paguen sus responsables.
He dicho en mi página Facebook, por ejemplo, que no lo soy de la polarización presente. Y que respecto a lo de los últimos días, era bueno que pasara lo que pasó. Para que se vea quiénes lo promueven y que cada quién asuma sus culpas. Yo -tengan la seguridad- no las tengo. No es así como concibo una política de estos tiempos.
Pero, debo ser honesto, sí recibo muchas críticas por la conducta opositora. Y a todos respondo que ni siquiera me defino así, como opositor. Se tiende a generalizar muy fácilmente. Me siento parte de algo mayor que llamo sociedad democrática nacional. Y definitivamente no estoy de acuerdo con las conductas criticadas.
Es más, he dicho que en las últimas semanas, en vez de estar dedicado, como quiero, al contacto con la gente, la preparación de las alianzas entre partidos y organizaciones que me apoyan y la elaboración de propuestas concretas para mi acción parlamentaria, he perdido el tiempo por las situaciones y procesos conocidos por todos.
Nombro nuevamente los pecados, pero no los pecadores: unos, suponen que el estado Carabobo es su parcela familiar; otros, en vez de dedicarse a gobernar y facilitar la acción de partidos, organizaciones diversas y ciudadanos hacia las parlamentarias, quieren convertir el proceso actual en la preparación para quitarle la parcela a los primeros. Y estos se defienden.
Mientras tanto, la gente espera, reclama, desespera y -es mi posición- merece la mayor atención de los que nos estamos postulando. Este proceso es de: candidatos, políticas asociadas a ellos y propuestas de acción parlamentaria, enmarcadas dentro de diseños de país hacia la paz y el progreso.
Pero, bueno, ya estamos inscritos como aspirantes a candidatos del proceso unitario y desde el mismo momento de nuestro regreso de Caracas, para cumplir con la inscripción central, en razón de los conflictos locales, muertos de cansancio y más que acalorados, nos pusimos a armar y organizar las ideas hacia las tres cosas mencionadas. Y a ponerlas en práctica.
Lo primero, la información a autoridades y colegas universitarios, sobre todo lo acontecido el día de la inscripción. Lo segundo, el trabajo junto a los apoyos partidistas y de asociaciones civiles iniciales. Lo tercero, la organización del trabajo inmediato hacia los tres temas.
Por fin, las circunstancias, en medio del conflicto, nos van a permitir avanzar. Ya estamos inscritos. En el momento de escribir estas notas, aún no se había resuelto lo relativo a la llamada Comisión Técnica, objeto de los trompicones del domingo, pero no seguimos perdiendo el tiempo en eso. Lo importante es la gente. No nos ubicamos en ningún polo conflictivo. Es nuestra semana de arranque.
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Semana de arranque
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