Nuestro libro “Venezuela Postchavista. Prospectiva y Política” propone un conjunto amplio de contenidos sustantivos del Proyecto Político Nacional: una Visión de País, un Pacto de Gobernabilidad, una Transición Democrática y un Programa de Acción a Varios Lapsos, los cuales, juntos, conforman un Proyecto Nacional al largo plazo. Pero, preciso, cualquiera de ellos, en el caso de no prosperar los otros (la política partidista no cree en esas cosas), puede ser el salvavidas de la política profunda que aspiramos. Nuestro libro “Venezuela Postchavista. Prospectiva y Política” propone un conjunto amplio de contenidos sustantivos del Proyecto Político Nacional: una Visión de País, un Pacto de Gobernabilidad, una Transición Democrática y un Programa de Acción a Varios Lapsos, los cuales, juntos, conforman un Proyecto Nacional al largo plazo. Pero, preciso, cualquiera de ellos, en el caso de no prosperar los otros (la política partidista no cree en esas cosas), puede ser el salvavidas de la política profunda que aspiramos.
Veamos el insatisfactorio contexto social y político en el cual se mueve la oposición venezolana. Discurre sin atender 1) las luchas en el nivel de las variables políticas básicas (la inexistencia de presos y exiliados o la libertad de prensa, como ejemplos), 2) las condiciones electorales (el Poder Electoral está, de toda evidencia, secuestrado por el régimen), 3) la constitución de un explícito y evidente nuevo “bloque social y político” (nueva correlación de fuerzas, con exigencias doctrinales y conceptuales, por no decir ideológicas) y, 4) el grupo de variables más importante: la elaboración de los propósitos y contenidos de la nueva política democrática.
Esto último nos interesa destacarlo. No es que sea el más importante, para fines electorales. Pero, es el que nos ocupa. En lo personal y en el contexto del Grupo de Tareas de la Asociación de Rectores Universitarios, avanzamos iniciativas que permitan la infusión de unos contenidos sustantivos rigurosos a la acción política nacional. Trabajamos el “para qué” de la política venezolana.
En la panoplia de contenidos, no todos tienen igual valor. Lo demuestro por la vía de la reducción al absurdo: el tema de la transición se ha revestido de una injustificada importancia. Se le mencionó hace apenas unas semanas y ya un grupo creciente de analistas concentra sus reflexiones y propuestas en el tema, como si fuera el cometido único. No se precisa a cuál propósito ulterior se apunta, cuáles criterios de viabilidad son considerados, cómo se logra el trabajo de configuración de sus condiciones iniciales, cuáles son sus criterios de éxito, etc., pero todo el mundo habla de transición. Nadie dice hacia dónde, pero es la moda.
Lo que nos interesa resaltar, más acá de deficiencias o vaciedad, es que si todo el esfuerzo se concentrara en acordar una transición y concentrar la tarea de formulación en ella, podría contener todo el conjunto de propósitos de diversos plazos, de modo de preservar la forzosa consistencia temporal de las acciones que lleven a la honra del Proyecto Nacional. La política nacional no puede ser coyuntural. Tiene que ser intertemporal: un ahora, un mañana, un pasado mañana y etcétera. Lo demás es pura puja por el poder y el reparto.
Y me voy por la vía del pragmatismo: está bien, candidatos y capitostes partidistas: concéntrense en una transición, pero partan de derivarla de un paradigma de sociedad (¿queremos ser productivos y exitosos, o seguimos en el rentismo y los resultados mediocres?), dígannos cómo se establecerá la relación entre gobierno y ciudadanos (¿más representatividad sin rendición de cuentas o instituciones de tutela ciudadana a la acción de los políticos?), precísennos bien los mecanismos de corrección del desorden constitucional, legal e institucional actual (¿seguiremos con una alta instancia constitucional ligada a interesados en las otras de la trama jurídica u otorgaremos pleno valor a las definiciones relativas al pacto social nacional básico?), respondan si seguiremos manteniendo el endeudamiento como recurso fiscal ordinario, para el negociado de ministros y comisionistas, o si lo domamos y convertimos en lo que es, un instrumento excepcional y evaluable versus la política tributaria o los acuerdos con el capital de riesgo internacional. Y muchas más preguntas.
Otorgo, entonces, placet al pragmatismo de la olsoniana clase partidista venezolana, pero, por favor, respóndanme.
*Santiago José Guevara García
(Valencia, Venezuela)
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