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EL NUEVO MODO

Época

Escribo con base en la memoria de lo leído. En 1956, Acción Democrática, partido más organizado de la época, cavilaba para avanzar a un cambio político importante: de la lucha insurreccional a otra, electoral. Escribo con base en la memoria de lo leído. En 1956, Acción Democrática, partido más organizado de la época, cavilaba para avanzar a un cambio político importante: de la lucha insurreccional a otra, electoral.

Aquello iba a ser importante para asentar una formidable experiencia política. AD pudo enarbolar su vocación electoral, sin renuncia a los afanes propiamente políticos. Muy distintos al electoralismo de la MUD.

En noviembre de ese año el partido aprobó deliberativamente lo que, dicho en corto, se llamó “la Nueva Táctica”, con el signo antes mencionado y la marca de los incipientes afanes unitarios de Rómulo Betancourt, líder de AD en el exilio y otros.

Ese año y el posterior mostraron dos elementos de importancia en nuestro concepto de la acción política: en el ’56, Rómulo publicó “Venezuela, Política y Petróleo”, un libro icónico de la cultura política nacional. Y a comienzos del ’57 se realizó la “Conferencia de Exiliados”, un auténtico congreso programático.

Venezuela no solo no estaba mal en lo económico, sino que se beneficiaba de importantes nuevos ingresos en divisas, por las asignaciones petroleras. El PIB pudo crecer en un altísimo 11,61%.

Pero, políticamente, el entorno exterior cambiaba en contra de las dictaduras, avanzaba el tiempo hacia una complicada elección presidencial y el régimen hacía aguas en temas como la corrupción y la represión.

En enero del ’57, exactamente el doce, el otrora cuestionado Betancourt fue recibido con honores en un almuerzo en Nueva York y pronunció una frase que, excepto demostración en contrario, es la primera referencia conocida de la expresión “transición a la democracia”.

Dijo “creemos adecuado para Venezuela (…) la transición de un régimen de fuerza a otro democrático”. Como hemos dicho, Betancourt, “sin proponérselo, y sin saberlo, se estaba anticipando más de diez años a las referencias pioneras del concepto antes anotado”.

Las diversas fuerzas libertarias del país se movían y avanzaban el amasado de condiciones de un “Momento Transicional”. Había “un conjunto de condiciones sociales, políticas y otras, que prefigura(ba)n una POSIBILIDAD de cambio de estado político”. Y, más relevante aún, unos agentes sociales y políticos dispuestos a aprovecharlo.

El 1° de mayo se dio la “Pastoral Arias”, primer golpazo en la denuncia del régimen, proveniente de la Iglesia. En junio se creó la Junta Patriótica, clandestina, de las fuerzas partidistas ganadas a la lucha política en sentido estricto. Se hizo contra la voluntad de Betancourt, pero acogía a militantes de su partido y otros que actuaban en el territorio nacional. Recuérdese que en la época, sectores relevantes de la clase política estaban en el exilio.

En agosto, el dictador cometió su mayor error estratégico, al irrespetar su propia Constitución y cambiar las elecciones previstas a un plebiscito. Y se dio el arranque de la actividad pública de la Junta.

En septiembre, Rómulo aprovechó el aniversario partidista para dar un fuerte impulso a la idea unitaria. De cara a noviembre se perfiló un fuerte movimiento estudiantil y juvenil, que tuvo su clímax en los eventos del 21 de ese mes. Diciembre, mes de consumación del fraude plebiscitario, se precipitaron los hechos, avanzaron la unidad y la lucha y arreció la represión. Y enero arrancó con un golpe de Estado militar fallido.

Solo quedaban veintidós días a la dictadura. Más o menos en la mitad de ese lapso se dieron acercamientos y acuerdos entre la Junta y militares rebeldes. Surgió un esquema cívico-militar. Se incorporaron sectores diversos a la agitación y difusión y se decidió la convocatoria de una huelga de medios y una general. El régimen se descalabró. Perdió íconos de su gestión política y policial y, al final, fue derrocado por sus propios pares.

Interesante situación que amerita mayor análisis del brindado hasta ahora. Todos los anteriores procesos y eventos dieron al traste con la dictadura perezjimenista, pero lo que insurgió no fue un gobierno de vocación democrática, sino una junta militar dictatorial, atributo plasmado en su Acta Constitutiva.

Los militares cooptaron el proceso. Pero, no pudieron con la fuerza del conjunto de sectores insurreccionales. Instituciones, medios, calle, economía, mundo exterior y voceros de la violencia legítima pujaron y lograron una democracia. El 24, los dos militares miembros de la Junta más vinculados al régimen fueron excluidos. Ese día, no el 23, comenzó la transición democrática.

Diversidad de sectores, sentido de lucha, trasfondo de propuestas inspiradoras, unidad mucho más que partidista –no hubo nada que se parezca a la MUD-, aprovechamiento de los disensos en la fuerza armada, unión cívico-militar, apropiada difusión, calle, etc., definieron un ejemplar caso de transición a la democracia. Aquello fue una extraordinaria práctica de unidad nacional para fines transicionales.

Pero, no todo estaba resuelto. Había carencias. Es época para el estudio desde diversos ángulos. Fue proceso político repleto de enseñanzas, luego afectado por la otra época que llegaba –los turbulentos ’60- y eventos relevantes, como la revolución cubana.

Los venezolanos tenemos un notable caso transicional a revisar, para capitalizar su apropiado estudio a fines presentes. Tanto sobre lo que pasó, como lo que debió pasar. Procede analizarlo.

* Santiago José Guevara García

(Valencia, Venezuela)

[email protected] / @SJGuevaraG1

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