Elecciones en el socialismo del Siglo XXI

Venezuela se zambulle cada vez más -sin arranque de campaña- en la carrera electoral para la renovación de la Asamblea Nacional, en medio de situaciones y eventos que expresan la realidad de un país con una nueva forma de conducción y el resultado de un complejo conflicto político nacional. Economía en el subsuelo, bienestar comprometido, urgencia de instituciones y políticas públicas salvadoras, pero realidad de conflicto. El centro de la esperanza pareciera estar en las elecciones, pero la realidad descrita la cuestiona y la difiere. Venezuela se zambulle cada vez más -sin arranque de campaña- en la carrera electoral para la renovación de la Asamblea Nacional, en medio de situaciones y eventos que expresan la realidad de un país con una nueva forma de conducción y el resultado de un complejo conflicto político nacional. Economía en el subsuelo, bienestar comprometido, urgencia de instituciones y políticas públicas salvadoras, pero realidad de conflicto. El centro de la esperanza pareciera estar en las elecciones, pero la realidad descrita la cuestiona y la difiere.

Hace unas tres semanas (en realidad, mucho tiempo en un caso tan convulso y surrealista), revisábamos y actualizábamos nuestro libro en edición y retratábamos la situación, sus causas y efectos más sensibles.

La visión de síntesis nos muestra un “juego duro del régimen, con una combinación de avances legales de intención constituyente, una arremetida violenta -con uso de la fuerza armada- contra sociedad y economía nacional, un juego electoral con ventajismo institucional y claro abuso presidencial, pero con su figura afectada por la pérdida de aceptación, reconocimiento y popularidad”.

Lo mismo, en clave de análisis para el mediano y el largo plazo, lo expresábamos en términos de situación (que) puede ser comprendida en términos de un “avance estratégico del régimen en la implantación de su proyecto y riesgo de bajo a medio de pérdidas políticas definitivas por las elecciones de septiembre”.

Eso, por causas asociadas a: 1º la debilidad (aparente) de la oposición y la sociedad nacional frente a las acciones del régimen; 2º la inexistencia de un manejo social, político y del conflicto propiamente tal que enfrente la amplitud (complejidad) del problema político nacional; 3º las maniobras gubernamentales para asignar responsables de la crisis y los pésimos resultados en la economía y el bienestar; 4º la inflexión a un nuevo y más intenso nivel del conflicto (pase de una larga fase de control sobre el Estado a una, más elevada, de quiebre de la resistencia de la sociedad y la economía privada nacional); junto con: 5º la apreciación de la población de la pésima gestión de gobierno y la responsabilidad de Chávez en ella; pero: 6º el dominio institucional del régimen sobre el proceso electoral”.

Todo lo anterior, en términos de efectos definía “la presencia de una radicalización del régimen, a fines estratégicos e intimidatorios, para compensar sus pérdidas de popularidad; la intensificación de la ideologización y la propaganda; el uso de ‘distractores’ (“trapos rojos”) frente a los problemas (cada vez más surrealistas); el riesgo de un “zarpazo” a mayor totalitarismo; en fin, una complicación del juego estratégico, en términos de la ausencia de solución del conflicto político nacional, al menos en el escenario tendencial”.

Como pudieron notar, el escenario más probable, después de las elecciones de septiembre, es el de una mayor dosis de totalitarismo, tal como progresivamente va impregnado todos los componentes de la vida nacional y una prolongación del conflicto.

Claro que la descripción analítica realizada muestra la vía para inflexiones en uno u otro sentido. La combinación del peculiar modo del “Socialismo del Siglo XXI” para crear basamento constitucional, con la fuerza de la violencia institucional, puede maniatar definitivamente la resistencia de economía privada nacional y sociedad frente al proceso cubanizante o generar las reacciones que definan un escenario de mayor conflicto y violencia.

O una conducta más asertiva frente a la complejidad social y política presente, por parte de los sectores opositores (ciertamente, hay más de una oposición), puede producir mayor daño global al régimen y desencadenar un proceso de pérdidas crecientes que comprometan aún más su viabilidad.

Lo dicho no expresa ni pesimismo ni optimismo. Define un juego estratégico que dependerá de la inteligencia puesta a su servicio. A situación compleja, juego complejo, podría resumir nuestro consejo.

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