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EL NUEVO MODO

Economía XXXV

Crítica al modelo político a superar y virtudes del camino transicional. La lucha política transicional es también cultural. Quiero decir, en el plano de los valores y los conceptos: en qué creemos, qué defendemos, cómo definimos lo actual y el futuro, etc. Crítica al modelo político a superar y virtudes del camino transicional. La lucha política transicional es también cultural. Quiero decir, en el plano de los valores y los conceptos: en qué creemos, qué defendemos, cómo definimos lo actual y el futuro, etc.

Para fines prácticos que sistematizaremos en este mismo artículo, propongo varias preguntas a todos ustedes, amigos lectores, útiles a la ineludible diatriba política en el camino transicional.

¿Dónde estamos parados los venezolanos en términos de historia política y económica nacional?, ¿para dónde carrizo queremos ir?, ¿qué debemos hacer para llegar a dónde queremos?

¿Estamos solo en un posible fin del chavismo –dije posible, no seguro-, o de una más larga historia de pobre desempeño político y económico? ¿Venezuela está mal, solo por el chavismo, o por un desencuentro mayor, de larga data, con sus imperativos culturales, sociales, económicos, políticos e institucionales?

¿Es suficiente con salir del chavismo, o se debe salir de una dramática historia de país mediocre, política y económicamente? ¿Es lo mismo, y lleva a las mismas conclusiones, establecer que estamos parados en la fase final del chavismo, o que estamos parados –confieso que aquí dramatizo- a más de doscientos años de la Independencia y más de cien del inicio de la explotación petrolera?

Para mí, como economista, lo último me produce coraje: más de cien años de extracción de petróleo, con varios ciclos de una muy alta renta, y el país está pasando hambre, destruido, atrasado, humillado, inutilizado, despojado.

O –cambio el alcance- ¿estarían de acuerdo con que limitemos el análisis a lo sucedido desde la pérdida de vigencia del buen consenso de Puntofijo –no dije óptimo- y el desmantelamiento de las instituciones económicas previas, entre 1968 y 1978; o sea, el ingreso a lo que hemos llamado el pospuntofijismo. Proceso interesante de análisis desde la perspectiva de la Economía Política, aún no revisado en detalle.

¿Y qué nos interesa? Pues, permitir una relación dialéctica creativa con ustedes alrededor de las preguntas anteriores y sus respuestas posibles, para llegar a algunos criterios básicos en los manejos políticos del día a día. Como ejemplos, de nuestra parte:

a) Establecer –para convertir en opinión dominante- que desde años hay la hegemonía de un sistema: en lo político, discrecional, cupular, corporativista, pre democrático; y, en lo económico, rentista, prebendal, clientelista, populista y corrupto. La Economía Política nos dirá que es un sistema inconveniente a los altos fines de plena realización nacional.

b) Comprender –para convertir en motor para la organización- que existe la necesidad de una nueva hegemonía: en lo político, legítimamente democrática y deseosa de su consolidación, para lo cual, necesitada de proyectarse al futuro con base en instituciones; y, en lo económico, tras el pleno éxito nacional, tanto en lo externo, como lo interno. Es decir, una democracia consolidada y una economía competitiva globalmente y productora de bienestar interno.

c) Asumir –para convertir en concepto de futuro- una senda histórica que resuelva lo político y lo económico, en un sistema en el cual se maneje todas las otras esferas de la vida social (lo cultural, lo social y lo institucional); para lo cual, la creación de condiciones al pleno desarrollo integral, en los términos expresados en los tres ítems de la segunda fase, descrita en el artículo anterior. Sería una Economía Política para el éxito nacional.

Esa senda -amigos lectores, amigos interesados en una política transicional- la hemos llamado TRANSICIÓN A LA DEMOCRACIA Y EL MERCADO. Es nuestro programa político, proyectado al largo plazo. Es nuestra metáfora orientadora. Debe ser el concepto que marque el futuro de Venezuela.

Lo que proponemos es un proceso político sostenido en el tiempo (no un lapso corto), que con base en reformas (no solo ajustes) y su institucionalización permita la consolidación política y económica.

¿Cuáles reformas? 1) culturales (valores y conceptos), 2) sociales (sociedad civil y capital social), 3) políticas (participación plenamente democrática), 4) económicas (mercado social y políticamente regulado) y –¡central!- 5) institucionales (constitucionalismo y diseño institucional), que lleven el país a una consolidación democrática y una economía productiva exitosa.

Sistematicemos, entonces: tenemos discurso crítico, también una idea aglutinante para la organización y una orientación para el ejercicio exitoso permanente de Estado y de gobierno en el corto, el mediano y el largo plazos. Y digamos lo mejor: eso, hasta ahora, no lo ha habido en el país.

Y es así, porque, en el mejor de los casos, las aproximaciones nacionales conocidas a una transición son mal conceptuadas (un simple cambio de caras), mal dimensionadas (de unos seis meses a unos dos o tres años) y mal orientadas, en tanto lo que se propone no pasa de ser un limitado programa de gobierno de corto alcance. En lo económico, un convencional programa de ajustes, que no considera la extensión y complejidad de los asuntos transicionales, tal como conocidos en la literatura universal.

Los contrastes patentes en este artículo tienen que subir a la agenda política. No luchamos solo contra el castro-chavo-madurismo-diosdadismo, sino contra la vieja política que lo permitió. Chávez no llegó en el vacío: lo hizo por el fracaso histórico acumulado y la puntilla del pospuntofijismo.

Y, amigos transicionalistas: comenzamos a tener un Programa Político aterrizado. Seguiremos en el próximo artículo. Los adversarios tienen la “pole position” y hay que trabajar fuerte para superarlos y dejarlos en el pasado.

* Santiago José Guevara García

(Valencia, Venezuela)

[email protected] /@SJGuevaraG1

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