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EL NUEVO MODO

Economía XL

Artículos finales. Segundo y último: para qué la Serie. Llegamos al fin de la Serie precisamente en un momento crucial del país. Artículos finales. Segundo y último: para qué la Serie. Llegamos al fin de la Serie precisamente en un momento crucial del país. De tener un régimen parlamentario –que no lo tenemos-, Venezuela estaría estrenando gobierno en algo más de una semana, en condiciones muy favorables de control de la Asamblea Nacional.

Esa mayoría calificada obtenida (2/3 de los asambleístas) es, por definiciones constitucionales; es decir, por derecho, un virtual cogobierno, desde el mismo momento en que sus potestades de interpelación, control, legislación y manejo de opinión política institucional, le permiten establecer (¿cambiar?) el marco institucional, cultural y político en el cual se desempeñe el Poder Ejecutivo.

La nueva mayoría política en funciones institucionales no es, claro está, estrictamente “el gobierno”; pero tiene la real, y completamente legítima, potestad de condicionar, determinar e, incluso, incidir en sus decisiones. En esto no caben interpretaciones simplistas, o acomodaticias, que limiten sus posibilidades de orientar e influir institucionalmente la agenda de la gobernabilidad nacional.

Mis amables lectores saben del valor que asignamos a las instituciones y a la vocación de reforma permanente en los procesos que conducen de formas inconvenientes de gobierno a una efectiva transición y a la consolidación democrática y económica. Eso nos dice que Venezuela tiene, en este preciso momento, todas las condiciones para cambios como los propuestos en la Serie, la cual, de toda evidencia, está a la orden de los venezolanos interesados.

Sin embargo, para no ser reos de optimismo infundado, falta saber si, por debajo de los cambios de nombres y personajes y la situación lograda, el “proyecto” de la coalición ganadora es ir a cambios sustanciales en el modo o racionalidad para la administración del cogobierno obtenido y avanzar políticamente hacia una toma del control político, con la finalidad de cambiar sustancialmente la orientación y contenido del gobierno nacional.

Pues, pasa, aunque no evidente a las mayorías, que hay un fondo de coincidencia de tirios y troyanos en el esquema real de gobierno, que hace muy parecidos sus rasgos de base definidores: el corporativismo (acuerdos de cúpulas, en vez de normas y burocracia profesional), el rentismo (el usufructo de la riqueza existente y no su creación), el prebendarismo (el reparto patrimonial de los detentadores del poder, sin esfuerzo para ello) y, finalmente, el tan dañino, pero presente populismo.

También hay diferencias. El extremismo destructor de riqueza y entidad, la entrega grosera de soberanía a políticas y geopolíticas contra natura y la vergonzosa permisividad ante las actuaciones delictivas de sus partidarios y socios son datos de identificación sobresalientes del régimen que gobierna.

Cámbiese solo lo segundo y habrá cambiado muy poco desde el punto de vista de nuestros planteamientos y propuestas. Una transición a la democracia y el mercado tendría que apoyarse también en un cambio de lo primero: el esquema real de gobierno. Instituciones y no cúpulas corporativistas, producción competitiva y no parasitismo y productividad y no riqueza fácil.

Eso, en un país –como dicho- con más de dos siglos de historia republicana y más de uno de muy generosa explotación petrolera. Creemos que no hace falta decir que, en buena medida, en términos históricos de largo aliento, somos un país fracasado, satisfecho con migajas y vida fácil y sin disposición al reto de la plena realización nacional. Y en manos de plutócratas y oligarquías.

La metáfora política que proponemos, y sus derivaciones principistas, conceptuales, teóricas, metodológicas, actitudinales y procedimentales, para una disyuntiva transicional, son un recurso avanzado en el manejo de la complejidad de las realidades actuales y de sus procesos de cambio. Ya no basta el mero cambio político. Tampoco solo el económico. El concepto transición se hace más complejo.

Ella debe ser asumida en su integralidad, aunque reconocemos que hay un amplio espectro de posibilidades en la intensidad de la aplicación, desde un “Programa Máximo”, que asuma el “paquete” completo; o, sin maximalismo, un “Programa Mínimo”, que realice solo el conjunto de cambios que impida el estancamiento o la regresión en las situaciones en las cuales su suscita un cambio político.

Esas dos opciones, o intermedias, están planteadas en la situación actual venezolana. En contra de nuestros deseos u opción –querríamos equivocarnos- no parece existir la confluencia de conceptos que plantee, con la mayoría alcanzada, una efectiva transición a la democracia y el mercado. El concepto transición en el país es una mera repetición, sin sustancia, de un término que solo refiere cambios de caras.

Pero, eso –por favor, tomen nuestro consejo- no debería excluir un mínimo de cambios hacia el establecimiento de una base constitucional, legal, sub-legal, organizativa, de procedimientos y de relaciones con la sociedad, que permitan la inserción del país en el complejo y competitivo mundo de hoy y mañana. No hacerlo es renunciar a una mínima posición, incluso en el reducido y problematizado medio latinoamericano. Es lo que llamo un manejo no maximalista. Ruego tomar nota a nuestra nueva mayoría.

Concluimos nuestra Serie “Economía Política de la Transición a la Democracia y el Mercado”, con plena y múltiple satisfacción y con la esperanza de ver surgir las iniciativas, que con plena comprensión de los requerimientos culturales y políticos y la racionalización de la acción social, un día abran, con base económico-política, el horizonte de un país plenamente realizado en lo cultural, social, político, económico e institucional. Sabremos, entonces, que valió la pena el esfuerzo.

Venezuela no ha valorado, en su alcance, el logro del 6 de diciembre. No es, en toda su dimensión, un cambio trascendente; pero tiene todas las condiciones para serlo. ¿De qué depende? No de hacer las cosas, sino de hacerlas apropiadamente.

Nuestra historia nos dice que no siempre lo hemos hecho bien. Es más, hay más frustraciones que éxitos. No permitamos que ahora fracasemos. Optemos por una real transición a la democracia y el mercado. ¡Fuerza, compatriotas!

* Santiago José Guevara García

(Valencia, Venezuela)

[email protected] / @SJGuevaraG1

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