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El nuevo modo

Comprender el caso venezolano

Menuda tarea. Caso que, sin duda, desafía la modelización política y cultural occidental convencional, heredada de la larga evolución de las ideas libertarias, desde la remota Ilustración hasta los tiempos actuales, marcados por la restauración neoclásica posterior a la crisis del keynesianismo de los ‘60 y ’70 e incluso las nuevas tendencias en onda neokeynesiana, con sus correlatos políticos. Todas ellas comprometidas con el mundo libre y fundamentalmente opuestas a la tiranía. Menuda tarea. Caso que, sin duda, desafía la modelización política y cultural occidental convencional, heredada de la larga evolución de las ideas libertarias, desde la remota Ilustración hasta los tiempos actuales, marcados por la restauración neoclásica posterior a la crisis del keynesianismo de los ‘60 y ’70 e incluso las nuevas tendencias en onda neokeynesiana, con sus correlatos políticos. Todas ellas comprometidas con el mundo libre y fundamentalmente opuestas a la tiranía.

El caso venezolano, para resumir: 1° recoge tendencias gruesas planetarias, 2° es parte de la defección del compromiso civilizatorio del mundo occidental, 3° expresa la cruda realidad de la “raza cósmica”, 4° se hunde en el alma profunda de una nación genéticamente débil y 5° desnuda las hipocresías y falsedades de militares, izquierdas iletradas y políticos acomodaticios. Caso difícil, sin duda.

1. De no ser por el propio Chávez, que concentra una serie de problemas de inevitable explicación psiquiátrica, Venezuela sería hoy un nuevo caso emblemático del maridaje posible entre capitalismo internacional explotador y especulativo y gobiernos autoritarios, tan del gusto de la élite neoliberal más abyecta. Sucede que desde Deng Xiao Ping, el mundo de la crematística descubrió que sí era posible hacer negocios en regímenes autoritarios. Lo de ellos no es el régimen, sino las ganancias. Los temores de algunos, al final del siglo, sobre el retorno de oscurantismos, aludían a China y se hicieron también realidad con Venezuela y la onda totalitaria presente.

2. Nuestro país y otros casos representarían, con la anuencia elegante incluso del World Economic Forum, el nuevo modo en que el capital especulativo, con renuncia a las necesarias aprensiones y reservas respecto al mundo comunista, redefinió su modelo de negocios: explotación del trabajo, atentado a derechos, renuncia a los ejercicios ciudadanos y políticos, maridaje con la represión, etc. Más de una vez ha expresado mis apreciaciones sobre la evolución de un mundo en el cual se permitió a China adquirir el poder que tiene y tendrá, sólo para el beneficio del nuevo capital.

3. Por su lado, América Latina dio rienda suelta en la década a una seguidilla involucionista en lo político y económico, amparada en el cansancio de las democracias, los reclamos de los llamados “nuevos movimientos sociales” -legítimos en ocasiones, claras manipulaciones en otros-, el “nuevo constitucionalismo”, el “socialismo del siglo XXI”, el rechazo a ALCA, la chequera generosa de Chávez, la rediviva del castrismo a expensas de Venezuela, etc. La región, a pesar de la reciente tendencia pendular hacia la libertad y el progreso, representa un ambiente propicio y un riesgo evidente para los desaguisados de lo que hemos llamado la “geopolítica forajida”.

4. Venezuela, por su parte, muestra cómo largos años de democracia formal y mejoras de bienestar, en un país rentista de amplias oportunidades, pero no aprovechadas para un proyecto nacional sólido, no son suficientes para garantizar procesos irreversibles de democracia y progreso. Las rémoras de la exclusión, la desigualdad, la debilidad del modelo productivo, el descuido de la educación, una clase política distante, etc., tenían que conducir al purgatorio actual.

5. El purgatorio presente, resultado de la combinación de atavismos derivados del nunca desaparecido fantasma militarista y la hipocresía del mundo militar, la nunca resuelta debilidad cívica y republicana; junto con la terrible constatación de una izquierda ignorante y desinformada y una clase política –del ambos lados del conflicto- sin aliento, medrosa y acomodaticia.

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