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Atención a las implicaciones

Me monto sobre las noticias y sus análisis por algunos expertos. PDVSA, la otrora poderosa empresa petrolera gubernamental venezolana, privatiza parcialmente y desnacionaliza aún más su esquema de empresas mixtas. Los hechos han sido vistos hasta ahora sólo en los planos relativos a la operatividad de la empresa. Opinamos distinto. Me monto sobre las noticias y sus análisis por algunos expertos. PDVSA, la otrora poderosa empresa petrolera gubernamental venezolana, privatiza parcialmente y desnacionaliza aún más su esquema de empresas mixtas. Los hechos han sido vistos hasta ahora sólo en los planos relativos a la operatividad de la empresa. Opinamos distinto.

Bloomberg revela que la estatal se desprenderá de un 11% de su capital en las empresas existentes, a favor de empresas extranjeras. El ministro y presidente de PDVSA confirma que se venderá el 10% de la empresa en la cual participan Citic Group, empresa estatal de China, y Chevron, asociada a los halcones americanos. Y se conoce que la última otorgará un préstamo de 2.000 millones de dólares a la empresa conjunta. Al respecto, los expertos consultados por un medio capitalino ven en los hechos sólo causas y derivaciones en el plano financiero y de pérdidas de control nacional.

Eso no es el todo. Sostenemos que en la privatización parcial de PDVSA –que va a extenderse y a cambiar de modalidad estratégica, sin duda- hay no sólo un fin económico, sino político, de entrega a factores de poder mundial, para ganarse aún más su voluntad y lograr el desvío de las miradas y acciones frente a la realidad presente de claras pérdidas democráticas nacionales y al riesgo de radicalización avanzada del régimen.

Las dificultades por las dudas sobre la figura del hegemón, el extraordinario resultado participativo en las elecciones primarias de la oposición y el surgimiento tanto de ambiciones internas y fisuras en el ‘chavismo’, como del claro riesgo de los sectores incursos en irregularidades en el sentido de impedir un eventual triunfo democrático, requieren de acciones de alta política estatal, para conjurar los riesgos en el plano internacional. No resulta exagerado decir que en los movimientos actuales y previsibles en el negocio petrolero nacional están en juego la libertad y la posibilidad de la recuperación democrática anhelada por las mayorías.

La política Obama, en su ‘trade-off’ entre la sempiterna ‘Realpolitik’ y la revalorización de las ventajas democráticas, a favor de las segundas, es un factor que ha estado en los análisis de los estrategas internacionales tras el régimen ‘chavista’. El factor de compensación frente a los riesgos de contagio de la Onda Renovadora Mundial iniciada en el Magreb no es otro que la apertura del negocio petrolero nacional a factores inteligentemente seleccionados de la política y la geopolítica mundial. Para decirlo con una graciosa expresión nacional: se usa la entrega del petróleo nacional para acabar con los “brinquitos” democratizadores.

Los voceros de la política democrática no han dicho “esta boca es mía”. Nuestra política no puede abstraerse de esos tableros mundiales del petróleo y la política y debe asumirlos como ámbitos requeridos de una elaboración y un manejo exigentes, por vitales. Lo planteo en términos de la imperiosa tarea del diseño y propuesta de un mejor esquema, de suma positiva, a favor de la democracia. Es un reto mayor.

En el Programa Económico de Diego Arria proponíamos en el tema petrolero un enfoque que liga lo global, la actuación en la OPEP, el rol del petróleo en la vida nacional y la forma de encarar la producción. Hay, a pesar de la crisis actual, y de factores de preocupación sobre la calidad de algunos procesos nacionales, una economía global ampliamente expansiva, que, en lo petrolero aconseja un cambio de paradigmas y la decisión de afrontar el reto de expandir la acción nacional en el tema. En la OPEP se debería reconocer la posición favorable del país, por sus reservas y hacer valer el poder de negociación resultante, para lograr una muy mayor cuota en el mercado mundial. En nuestra posición, no hay opción al imperativo de aumentar significativamente la producción. Es nuestro propio ‘trade-off’: o jugamos a la producción, o seguimos en el retozo rentista de procurar mayores precios. En esto, con sus evidentes riesgos, hay un evidente gran juego político de la Venezuela democrática.

PDVSA, por lo demás, es insuficiente para el reto productivo planteado. El país tiene que ir a un esquema, sin rupturas costosas, no de empresas mixtas, sino abiertas al capital de cualquier origen, incluido –suena bizarro, pero hasta ahora no ha sido- el capital de los ahorristas venezolanos de cualquier tamaño.

El petróleo, para bien o para mal, marca el destino de Venezuela. Hay un juego estratégico incipiente, planteado por el régimen, inadvertido por todos. Atención a sus implicaciones.

* Santiago José Guevara García

(Valencia, Venezuela)

[email protected] / @SJGuevaraG1

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