Algunas leyendas del rock comparten orígenes canónicos. Son esas reuniones de fanáticos adolescentes que se encierran a ensayar en un garaje para emular a sus ídolos y ‘fabricar’ su música preferida. Por puro amor al ruido. Como los mexicanos O Tortuga. Algunas leyendas del rock comparten orígenes canónicos. Son esas reuniones de fanáticos adolescentes que se encierran a ensayar en un garaje para emular a sus ídolos y ‘fabricar’ su música preferida. Por puro amor al ruido. Como los mexicanos O Tortuga.
La frescura y la saludable falta de pretensiones trascendentales de este grupo, orgullosamente ‘amateur’, al menos por ahora, ha cogido por sorpresa a la crítica especializada de su país. Y ha conseguido que su primer disco, titulado con el nombre de la banda, se cuele en todas las listas.
Maestros del ‘hágalo usted mismo’, convierten el marketing de guerrilla y el bricolage promocional en una razón de ser. Con esa actitud ‘punk’ que caracterizó a algunos de sus modelos remotos, como los siempre añorados Nirvana, y que no todas las bandas de su generación comparten.
El cuarteto formado por Iván, Osmar, Fernando y Quique se ha especializado en los trallazos directos y redondos, de corta duración, que atacan directamente a la esencia misma de la conjunción entre la melodía y el ritmo. Saben que no hay tiempo que perder.
A veces, el oyente desprevenido, vuelve a sentir en los altavoces de su equipo aquella energía imparable que generaban los primeros discos de los Ramones y los viejos y añorados grupos que dieron forma al primer estallido de la nueva ola que conmocionó a Madrid en los ochenta.
Refrescantes y enemigos acérrimos del ‘postureo’ que parece haberse extendido como una plaga por la competitiva escena ‘indie’ en todo el ámbito de la música en castellano, O Tortuga son, a su manera, los habitantes de una ‘bendita’ aldea rockera dispuesta a resistir al invasor.
