Tal vez sea una cuestión generacional, pero a la altura de su segundo o tercer disco, muchas bandas ‘modernas’ parecen descubrir que animar al baile, es uno de los trabajos más interesantes que puede realizar un músico. Y se animan a rememorar el viejo sonido de las discos. Como acaba de hacer Mucho Tal vez sea una cuestión generacional, pero a la altura de su segundo o tercer disco, muchas bandas ‘modernas’ parecen descubrir de repente que animar al baile, es uno de los trabajos más interesantes que puede realizar un músico. Y se animan a rememorar el viejo sonido de las discos setenteras. Como acaba de hacer Mucho.

Aunque la reconversión de la banda de Martí Perarnau IV no ha sido tan radical como la emprendida, por ejemplo, por Arcade Fire o Tame Impala, sí es cierto que Mucho, según sus entrevistas promocionales, se ha acercado en su último trabajo de forma consciente o inconsciente al sonido de grandes de la buena música comercial como Beck o Michael Jackson.

Y el esfuerzo le ha sentado más que bien a su oferta sonora. Tanto que este disco reciente, titulado ‘Pidiendo a las puertas del infierno’, ha recibido las múltiples bendiciones de una crítica especializada que, el tiempo pone a todo el mundo en su sitio, ya no tiene reparo, por ejemplo, en reivindicar a grandes portaviones del rock para adultos como la mismísima Electric Light Orchestra.

Y ese es el atajo hacia las pistas de baile que parecen haber encontrado Martí y sus secuaces. Ritmos potentes, dibujos melódicos y ‘pads’ envolventes de teclados, estructuras clásicas, bajos saltarines y, como no, estribillos pegajosos y persistentes con su poquito de ‘melancolía’ adicional para salir disparados hacia el corazón del oyente.

Por el camino, en los temas de Mucho también se han filtrado los temas sociales y la canción protesta, siempre a su manera, y una beneficiosa simplificación armónica en algunos casos, al parecer a instancias del productor Ricky Faulkner, que puede aumentar la contundencia del mensaje sonoro y propiciar el movimiento de caderas.

Y también parece que Perarnau y los suyos han descubierto, afortunadamente en mi opinión, que no hay mejor sonido que el que sirve como banda sonora para una buena juerga. Lo mismo es que con la edad y los avatares de la vida, lo lírico empieza a ocupar más espacio que lo épico y los dramas pierden peso para dar paso a la diversión.

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Mucho

Rafael Alba

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