Dilma Rousseff, en medio de una tempestad política desatada por su “limpieza ética” contra la corrupción, que ha provocado la caída de cuatro ministros en apenas seis meses, ha recibido un aviso por parte de los sindicatos brasileños, con los que ha mantenido una reunión sin agenda definida en la que la preocupación de los líderes sindicales por la importación de productos chinos y el impacto sobre la economía y la creación de empleo ha sido la tónica dominante. Dilma Rousseff, en medio de una tempestad política desatada por su “limpieza ética” contra la corrupción, que ha provocado la caída de cuatro ministros en apenas seis meses, ha recibido un aviso por parte de los sindicatos brasileños, con los que ha mantenido una reunión sin agenda definida en la que la preocupación de los líderes sindicales por la importación de productos chinos y el impacto sobre la economía y la creación de empleo ha sido la tónica dominante.
La presidenta se ha visto las caras con los representantes de sindicatos tan importantes como la Central Unitaria de Trabajadores (CUT), la Central de Trabajadores y Trabajadoras de Brasil (CTB) o la Confederación General de Trabajadores de Brasil (CGTB). El líder de la CTB, Wagner Gomes, ya había señalado antes de la reunión que pretendía hacer llegar a Dilma la petición de que Brasil debe controlar más los productos importados de China por el impacto que tienen sobre la industria local.
No en vano, China se ha convertido en el mayor socio comercial de Brasil desde 2009, mientras que es también el principal receptor de exportaciones brasileñas y la segunda mayor fuente de importaciones para Brasil. Según estadísticas de las aduanas de China, Brasil fue el noveno socio comercial del gigante asiático en 2010, cuando los volúmenes de intercambio bilaterales ascendieron a 62.550 millones de dólares, con un aumento del 47,5% con respecto al año anterior.
Los volúmenes comerciales con Brasil abarcan el 34,18% del valor comercial de China con todos los países sudamericanos, lo que revela el volumen de intereses que el Imperio de Centro tiene dispersos en todo el subcontinente. La ambición china por proveerse de materias primas (minerales, petróleo…) que alimenten su creciente economía, es el principal motor de esa presencia cada vez mayor.
Ese aumento del protagonismo chino ha alarmado a parte de los sindicatos, que además temen que la crisis internacional termine pasando factura a los intereses de los obreros brasileños y frene el crecimiento del gigante sudamericano. De ahí su interés por solicitar a Dilma una posición más dura ante la importación de productos de la potencia asiática.