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Las dimisiones en el gobierno de Dilma asustan a las multinacionales presentes en Brasil

Nuevo y duro varapalo para Dilma Rousseff, la presidenta de Brasil. Su ministro de Transportes, Alfredo Nascimento –miembro del oficialista Partido de la República (PR), heredado por Dilma de su antecesor, Lula da Silva– ha debido dimitir de su cargo tras hacerse público que altos cargos de su ministerio recibían sobornos para aprobar proyectos de construcción para el Mundial de 2014 y los Juegos Olímpicos de 2016 del 4% de los presupuestos. Tras la caída de Nascimento, las dudas y la incertidumbre planean sobre las compañías con intereses e inversiones en infraestructuras en Brasil, ya que las subastas de licitaciones han sido suspendidas durante 30 días. Nuevo y duro varapalo para Dilma Rousseff, la presidenta de Brasil. Su ministro de Transportes, Alfredo Nascimento –miembro del oficialista Partido de la República (PR), heredado por Dilma de su antecesor, Lula da Silva– ha debido dimitir de su cargo tras hacerse público que altos cargos de su ministerio recibían sobornos para aprobar proyectos de construcción para el Mundial de 2014 y los Juegos Olímpicos de 2016 del 4% de los presupuestos. Tras la caída de Nascimento, las dudas y la incertidumbre planean sobre las compañías con intereses e inversiones en infraestructuras en Brasil, ya que las subastas de licitaciones han sido suspendidas durante 30 días.

La renuncia del ministro se produce unas semanas después de que el jefe de gabinete de Dilma, Antonio Palocci, se viera también obligado a dejar su cargo, acusado de enriquecimiento ilícito. Da la inoportuna casualidad de que tanto Nascimento como Palocci son “hombres de Lula”, políticos que hicieron carrera al calor del ascenso del popular ex presidente y mentor de Dilma, que tras tomar el gobierno heredó a ambas figuras. Dos renuncias en menos de un mes que revelan que el legado de Lula, al menos a nivel institucional, está trayendo quebraderos de cabeza a la presidenta.

La gallina de los huevos de oro que ha supuesto para Brasil organizar próximamente el Mundial de 2014 y los Juegos Olímpicos de 2016 está siendo difícil de controlar desde el poder. Mientras gran parte de la población duda de que las infraestructuras necesarias vayan a estar listas en tan poco tiempo, los multimillonarios contratos de obras han supuesto una tentación demasiado fuerte para altos cargos del ministerio de Nascimento, que otorgaban tratos de favor a empresas constructoras a cambio de sobornos que iban a parar a las arcas del PR, el partido del ministro y aliado del gobierno.

Al igual que con Palocci, en un principio Dilma ha intentado minimizar el impacto de las revelaciones sobre las malas prácticas del ministerio, aunque finalmente ha propiciado la caída de Nascimento. La presidenta está dispuesta a luchar férreamente contra la corrupción, aunque ello pueda traerle problemas de apoyo interno en su gobierno. Mientras, la incertidumbre se ha apoderado de las grandes empresas con intereses en Brasil, ya que las subastas de licitaciones han sido suspendidas durante 30 días.

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