La corrupción se ha convertido en el enemigo público número uno de la sociedad brasileña. La “limpieza ética”, como ya se la conoce popularmente, emprendida por la presidenta Dilma Rousseff se ha cobrado ya cuatro ministros, algunos de ellos iconos del lulismo, en una cruzada apoyada masivamente por la ciudadanía. Esta semana, la playa de Copacabana, en Río de Janeiro, ha amanecido cubierta por 594 escobas de color verde, una por cada uno de los 513 diputados y 81 senadores del país, acompañadas de una pancarta: «Ayudadnos a barrer la corrupción en Brasil». La corrupción se ha convertido en el enemigo público número uno de la sociedad brasileña. La “limpieza ética”, como ya se la conoce popularmente, emprendida por la presidenta Dilma Rousseff se ha cobrado ya cuatro ministros, algunos de ellos iconos del lulismo, en una cruzada apoyada masivamente por la ciudadanía. Esta semana, la playa de Copacabana, en Río de Janeiro, ha amanecido cubierta por 594 escobas de color verde, una por cada uno de los 513 diputados y 81 senadores del país, acompañadas de una pancarta: «Ayudadnos a barrer la corrupción en Brasil».
La iniciativa ha nacido del ya conocido como movimiento de los indignados brasileños, que a diferencia de lo que ocurre en España, han salido a las calles para apoyar la cruzada de Dilma contra corruptos y malversadores. El movimiento nació el 7 de septiembre, por lo que comienza a ser conocido como7-MS, y ya ha conseguido el apoyo de nueve diputados en el Congreso, concienciados por lo que se ha convertido en un problema nacional.
Con la celebración del Mundial en 2014, y de los Juegos Olímpicos en 2016, el país ha iniciado una carrera contrarreloj en infraestructuras e inversiones para adecuarse a dos eventos de tal nivel, en los que el mundo tendrá sus ojos sobre Brasil. En ese sentido, la lucha contra la corrupción se convierte en una obligación, ya que además el dinero que se pierde en prácticas ilícitas podría ser muy valiosamente invertido en educación o avances sociales, como ha reconocido varias veces Dilma.
En los primeros nueve meses de Rousseff en el poder, Frederico Nascimento, de la cartera de Transportes; Antonio Palocci, ex Jefe de Gabinete; Wagner Rossi, de Agricultura; y Pedro Novais, de Turismo, han tenido que abandonar sus cargos por sospechas de corrupción y enriquecimiento ilícito. Unas salidas del Gobierno muy sonadas, puesto que algunos, como Palocci, son políticos de peso heredados por Dilma de su sucesor y mentor político, Lula da Silva.