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Gabriela Montero

La pianista venezolana Gabriela Montero ha querido viajar al pasado para devolver la improvisación al ámbito de la música clásica. La pianista venezolana Gabriela Montero ha querido viajar al pasado para devolver la improvisación al ámbito de la música clásica.

Los recitales de Montero sorprenden y agradan a una concurrencia demasiado acostumbrado a que las músicas de los grandes compositores del pasado solo puedan presentarse ahora con la máxima fidelidad posible a la partitura.

Todo parece indicar que ni Mozart ni List, por ejemplo, adoptaban esta actitud cuando se enfrentaban al público de su tiempo. Grandes instrumentistas ambos, lo inesperado, las variaciones sobre el tema conocido y otros trucos que en los últimos tiempos sólo parecen permitidos en el ámbito del jazz, formaban parte de sus recitales.

Y justamente eso es lo que se ha propuesto esta pianista venezolana, que parte de unos presupuestos similares a los de tipos duros como el violinista Ara Malikian, desempolvar una tradición demasiado elitista y excesivamente sacramental y sacarle brillo a las partituras de esos grandes monstruos que todos conocemos.

El trabajo de Montero empieza a dar sus frutos. Aunque lentamente, ella, que cuenta con el aval de la argentina Martha Argerich, otra gran pianista clásica, no se desespera. Está convencida de que no hay mejor forma de mantener viva la música del pasado que consiguiendo movilizar a su alrededor a las nuevas generaciones.

Hacer, en definitiva, lo que siempre han hecho los músicos a lo largo de la historia, utilizar el sonido para provocar la máxima emoción posible en el público. Ni más, ni menos.

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