Un extenso cordón policial rodea estos días una iglesia pentecostal ubicada en la barriada de Centro Habana. En su interior, unas 60 personas, pastor incluido, mantienen un encierro que dura ya dos semanas. La información es escasa, pero entre los vecinos de la zona se extiende la versión más estrambótica. Aseguran que el grupo de feligreses se habrían encerrado para esperar junto a sus hermanos el Fin del Mundo. Un extenso cordón policial rodea estos días una iglesia pentecostal ubicada en la barriada de Centro Habana. En su interior, unas 60 personas, pastor incluido, mantienen un encierro que dura ya dos semanas. La información es escasa, pero entre los vecinos de la zona se extiende la versión más estrambótica. Aseguran que el grupo de feligreses se habrían encerrado para esperar junto a sus hermanos el Fin del Mundo.
Las autoridades cubanas han insistido hoy en los medios oficiales de que están haciendo todo lo posible para finalizar con el encierro. Sin embargo, por el momento, lo único que han logrado es paralizar el tráfico rodado en la avenida de la Infanta, una de las más transitadas de La Habana. Los feligreses continúan con el encierro ante la perplejidad de los vecinos, que hablan del pastor pentecostal, Braulio Herrera, con cierta condescendencia.
«El pastor parece loco. La Biblia no habla de ese tsunami que él dice que arrasará al mundo», asegura uno de los testigos del inicio del encierro. Braulio Herrera y sus 60 feligreses, incluyendo niños y adolescentes, accedieron a la iglesia hace dos semanas. En el templo, según los vecinos, acumulan bebida y comida para un tiempo limitado. La situación, que no tiene visos de solucionarse de una manera rápida, mantiene en alerta a los vecinos, que se preguntan “cuando terminará esto».
«Él (el pastor) se preparó para esto desde hace semanas, con grandes cantidades de comida y los ha convencido (a los fieles) de que permanezcan ahí hasta la muerte si es necesario porque van a encontrar a Dios», señala otro vecino.
