Ni Fany Alvárez ni José Luis García, los componentes de Elle Belga, parecen aspirar a ser los más divertidos de la fiesta. Más bien al contrario. De hecho, su música, pausada, reflexiva y, a veces, rítmicamente monótona, se sitúa en las antípodas del pop burbujeante. Ni Fany Alvárez ni José Luis García, los componentes de Elle Belga, parecen aspirar a ser los más divertidos de la fiesta. Más bien al contrario. De hecho, su música, pausada, reflexiva y, a veces, rítmicamente monótona, se sitúa en las antípodas del pop burbujeante y saltarín o las canciones de aliento épico, pensadas para enfervorizar a las masas en los festivales veraniegos.

Y eso que en su último disco se titula ‘Euforia’ y que en las entrevistas promocionales ambos aseguran que, más allá de las sensaciones de melancolía o desazón, que puede provocar el clima general del álbum, habría en este trabajo una profunda, e intelectual, reivindicación del derecho a la felicidad del ser humano.

No seré yo quien lo discuta, por supuesto, pero esas no son, ni de lejos, las sensaciones que a mí me ha producido la escucha de la nueva propuesta sonora de Elle Belga, quizá menos pesimista que las anteriores, pero dotada de nuevo de ese tipo de belleza que uno asocia a las lágrimas formadas por la lluvia en los cristales de una ventana en las tardes de otoño.

Sus melodías austeras y frecuentemente materializadas en susurros lastimeros, el minimalismo de sus arreglos y esa búsqueda de la esencia misma de cada canción en la que dicen estar empeñadas da como resultado, en mi opinión, la creación de un clima homogéneo de calma desasosegante, lleno de fortaleza y sugerencias expresivas.

Y así, a lo largo de cuatro intensos discos, esta pareja de artistas ha ido profundizando en un estilo que evoca en algunos momentos las atmósferas sonoras canción de autor de los setenta, en su vertiente menos política y comprometida, y en otros, la dolorosa oscuridad melódica asociada a las bandas seminales de la onda siniestra de la década de los ochenta.

De modo que quién recuerde con cariño los primeros conciertos que, por ejemplo, los siempre añorados Décima Víctima ofrecieron en aquel Rock Ola que nos alimentó de música y sensaciones, tal vez hayan encontrado ahora a la banda que llevaban esperando cuatro décadas. Hagan la prueba por si les sirve.

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Elle Belga

Rafael Alba

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