Hasta los más jóvenes del lugar han oído hablar de ‘Achilipú’, el éxito ‘multivendedor’ que catapultó a Dolores Vargas ‘La Terremoto’, hasta la cima de las listas de venta españolas en 1971. Quizá, el reciente fallecimiento de la artista propicie ahora una revisión de aquella música vigorosa. Hasta los más jóvenes del lugar han oído hablar de ‘Achilipú’, el éxito ‘multivendedor’ que catapultó a Dolores Vargas ‘La Terremoto’, hasta la cima de las listas de venta españolas en 1971. Quizá, el reciente fallecimiento de la artista propicie ahora una revisión de la rumba-pop, aquella maravillosa música, autóctona y comercial que, lamentablemente, parece haberse perdido.

Tal vez sólo fuera el producto de una estrategia industrial concreta, pensada en los despachos, de las discográfica que intentó, y, ya digo consiguió durante un breve periodo de tiempo devolver a la canción española a lo alto de las listas y competir con la invasión anglosajona, inyectándole al cancionero racial un poco de ritmo ye-yé y algunas vestiduras modernas entre lo ‘hippie’ y lo ‘minifaldero’.

Y quizá ese presunto pecado original, más un exceso de marginalidad poco ‘cool’ en los continuadores de la fórmula como Los Chichos o Los Chunguitos, ha impedido que el legado de la rumba catalana, sus mezclas raciales con el pop, el soul o la música disco, conocido y reivindicado ahora como Achilifunk, ocupe el lugar que merece en la historia de la música española.

Pero, el género contó con buenos artesanos que sabían lo que tenían entre manos, como el productor José Luis de Carlos o el pianista Felipe Campuzano, compositor de muchos de los grandes temas de la época, como ‘Te estoy amando locamente’, que inspiró a Paco de Lucía su inmortal rumba instrumental ‘Entre dos aguas’ que, en justicia, por la época en la que fue compuesta y la inclusión de instrumentos como el bajo eléctrico o los bongos muy poco habituales entonces en el flamenco, debería ser considerada como uno de los principales hitos de este estilo inmortal.

Campuzano también firma ‘Achilipú’, por supuesto. aunque es este caso comparte la autoría con José Castellón, el marido de ‘La Terremoto’, que también era su primo, y con Alfonso Joaquín Navas, que era un vicepresidente de Belter, la casa de discos que no supo o no quiso liderar el cambio, y que cedió el testigo de la explotación comercial masiva del gipsy-rock a la poderosa CBS.

La fuerza principal de aquel flamenco ye-yé estuvo en sus intérpretes: Por supuesto, Dolores Vargas. Pero también Marisol, Carmen Sevilla o Rocío Jurado que se vistieron en aquellos años como si fueran verdaderas fans de The Beatles. O, un poco más tarde, Las Grecas, unas verdaderas The Supremes hispanas que no tuvieron la suerte de contar con un tipo listo como Berry Gordy detrás. Tampoco la tuvo Dolores Vargas. Una pena para todos.

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Dolores Vargas

Rafael Alba

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