Communión

Ambientes oscuros, ritmos obsesivos, potencia y electrónica. Estos son algunos de los ingredientes utilizados por el grupo mexicano Communión para fabricar su contundente oferta sonora, que aúna con precisión lo melódico y lo rítmico. Ambientes oscuros, ritmos obsesivos, potencia y electrónica. Estos son algunos de los ingredientes utilizados por el grupo mexicano Communión para fabricar su contundente oferta sonora, que aúna con precisión lo melódico y lo rítmico.

No es el único atractivo de la música poderosa que han imaginado para su proyecto conjunto Alexa Hakim y Diego Suárez, dos músicos procedentes de la escena musical ‘moderna’ que se mueve por la capital del país centroamericano.

Hay otros elementos perturbadores y adherentes que también caracterizan su sonido. Algunos, por cierto, muy gratos, para los más veteranos, como el que suscribe, a quienes el exceso de estribillos puede provocar una urticaria.

No es el caso de Communion, gente que parece saber lo que se trae entre manos y que, lejos de todo adanismo, reflejan en su sonido la frescura necesaria en cualquier nueva propuesta, y también las lecciones bien aprendidas.

Así, en ocasiones, las bases instrumentales, plenas de un pulso contemporáneo, recuerdan, sin embargo, a las viejas bandas setenteras clásicas, con sus ‘riffs’ de teclados, sus ritmos de guitarra cercanos al funky y su ajustados golpes de caja.

Por todos estos motivos auguramos un futuro prometedor a este dúo, reforzado ahora por unos cuantos instrumentistas solventes, y esperamos que sepan sortear las trampas derivadas de la necesidad de ampliar la audiencia. Prometemos estar atentos.

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