Apenas hay colectivos de Brasil que no hayan mostrado su descontento, conductores de autobuses, profesores, trabajadores de museos, policía, todos se unen para quejarse. Lo que no tiene visos de detenerse de casa al inminente Mundial de Fútbol. Apenas hay colectivos de Brasil que no hayan mostrado su descontento, conductores de autobuses, profesores, trabajadores de museos, policía, todos se unen para quejarse. Lo que no tiene visos de detenerse de casa al inminente Mundial de Fútbol.
La cita deportiva, como recuerda el diario El País, es el próximo 12 de junio, pero todo indica que cada vez hay más profesionales que amenazan con paralizar el evento. El Gobierno de Dilma Rousseff teme que todo ello debilite la propia gestión del Gobierno, pero también la marca Brasil.
En el caso de los conductores de autobuses, se quejan del nuevo sueldo acordado, los policías por la escasa seguridad con la que cuentan y, así las cosas, el Ejecutivo teme que ambos colectivos decidan dejar de lado sus actividades en días tan señalado para el país.
“El Gobierno lleva cinco años sin hacernos caso. Muchos pueden pensar que estamos aprovechando este momento del Mundial para llamar la atención, pero no es nuestra intención. No queremos perjudicar al Gobierno, solo queremos que nuestras reclamaciones sean atendidas”, ha asegurado el presidente de la Federación Nacional de los Policías Federales, Jones Leal, que ha justificado así sus movilizaciones.
Aunque los conductores de autobuses y los trabajadores de la seguridad no han sido los únicos en ponerse en huelga, también lo han hecho los empleados de metro, funcionarios federales y un grupo de trabajadores de empresas privadas que han prometido paralizar sus actividades durante el Mundial.
Así las cosas, no es de extrañar que todos los ojos estén sobre los movimientos, no solo dentro del campo de juego, sino también fuera.
