Cuando Mauricio Macri fue elegido presidente de Argentina en 2015, fue aclamado como un líder pro mercado y pro reformas dispuesto a tomar decisiones políticas difíciles que podrían enderezar la economía del país, en apuros por la inflación.
Tras una crisis monetaria prolongada y el rescate de 50.000 millones de dólares del FMI, el enfoque de su administración para hacer frente a la volatilidad del mercado y mantener contentos a los electores está fracasando antes de las elecciones presidenciales de octubre.
Ayer, el costo de asegurar contra un impago la deuda argentina subió a su nivel más alto desde que Macri asumió el cargo hace tres años y medio, consolidando el título del país como el segundo prestatario soberano más arriesgado del mundo después de Venezuela. El valor de los credit default swaps (CDS) de Argentina a cinco años se sitúan en 1.185 puntos básicos.
Los diferenciales de los bonos argentinos sobre los bonos del Tesoro de EEUU se dispararon cerca de 90 puntos básicos, y el rendimiento del bono a dos años se disparó hasta aproximadamente el 18%. El peso cayó casi un 4% frente al dólar. Desde que Macri asumió como presidente de Argentina, el dólar de valer de 9,6 pesos a 43,9 pesos.
Estos movimientos complican aún más las opciones de reelección de Macri y los funcionarios del gobierno se esfuerzan por contener tanto los récords de la inflación como una moneda cada vez más volátil, pero con poco éxito. En marzo, los precios subieron un 4,7% en tasa intermensual. En los últimos 12 meses, crecieron un 55%.
Para hacer frente a esta situación, la Casa Rosada ha puesto en marcha políticas económicas heterodoxas en un intento casi desesperado para reprimir la inflación, que ha socavado la recuperación del país. Una de sus medidas más recientes ha sido el control de precios de hasta 60 productos, que puede ayudar a frenar las subidas en el corto plazo, pero envía al mismo tiempo una señal preocupante a los inversores, que recuerdan irremediablemente el estilo de la anterior administración.