Muchos años de conocer colegas, analistas financieros y relacionados con el mundo de la producción y el comercio me convencen de que es mucho lo que se critica al Estado generoso y dispensador de favores especiales y poco lo que se practica el arte del genuino empresariado de riesgo. A los más liberales, los he visto tras su trozo barato o gratuito de la abundante renta petrolera y minera nacional. La pregunta de rigor, motivo de nuestro artículo de hoy, es cómo vencer ese estado de cosas, en un país que se ha edificado, hasta ahora, sobre la base del derroche y la laxitud estatales, la poca rigurosidad de las políticas, el distante apremio por la competitividad y el silencio o complicidad de muchos. Muchos años de conocer colegas, analistas financieros y relacionados con el mundo de la producción y el comercio me convencen de que es mucho lo que se critica al Estado generoso y dispensador de favores especiales y poco lo que se practica el arte del genuino empresariado de riesgo. A los más liberales, los he visto tras su trozo barato o gratuito de la abundante renta petrolera y minera nacional. La pregunta de rigor, motivo de nuestro artículo de hoy, es cómo vencer ese estado de cosas, en un país que se ha edificado, hasta ahora, sobre la base del derroche y la laxitud estatales, la poca rigurosidad de las políticas, el distante apremio por la competitividad y el silencio o complicidad de muchos.
En mi caso, para responder, no me voy por la vía confrontacional. No tiene sentido discutir. No es ése el plano que interesa. Porque no resuelve. Es un show de apariencias. Sí interesa disponer de un manejo útil al Estado, que represente –lo que digo a continuación es un término clave en el asunto- un incentivo a los emprendedores, mayor que el del rentismo. Y lo que toca es estudiar y definir cómo lograrlo. Algo hemos resuelto, aunque de manera dispersa. Corresponde, entonces, una mayor sistematización y completitud.
Lo primero es tan viejo como la Escuela Clásica: apoyarse rigurosamente en las ventajas comparativas relativas. Ventajas para exportar, que quede claro. Reto que no hemos asumido con entereza los venezolanos. La perpetua burbuja de liquidez ha sido sobradamente remuneradora, como para interesarse por las exigencias de los mercados externos. No para producir baratijas de dudosa calidad, claro. Para eso, China. No se trata de competir contra esa expresión máxima de capitalismo salvaje. Se trata, por el contrario, de identificar nichos, cadenas, redes o complejos, reales o virtuales, en los cuales podemos ofrecer los productos o servicios que nadie ofrece, hacerlo diferenciadamente, o a un mejor costo comparativo. Eso, para salir, progresivamente, de país petrolero –es casi lo único que somos ahora- a país productivo.
En buena medida, en nuestro libro, en su capítulo cuarto, se inicia la identificación de oportunidades nuevas, no petroleras o tradicionales, “en razón de la conveniencia de diversificación del portafolio de opciones productivas del país”. Se lo hace, sin entrar, en ese capítulo, en detalles de políticas, con rigurosa visión de acción integral nacional, bajo el entendido de instrumentar coordinadamente, desde la transición democrática (capítulo quinto), el conjunto variado -con predominio de lo político e institucional- que permita derramar acciones virtuales desde el nivel nacional hasta el último ciudadano. La consideración que hacíamos en nuestro artículo anterior acerca de la visión de la democracia como ciclo largo, la volcamos aquí, a fines de decisiones gubernamentales de todo orden: el fin de largo plazo de presencia de una economía productiva arranca estratégicamente desde el primer día, y lo hace, de modo estructurado y periodizado, por todas las esferas de la acción nacional.
Esas ventajas comparativas necesarias, hay que advertirlo, se suscitan en un contexto en el cual: 1) está presente la “Enfermedad Holandesa”; 2) no se conoce la distinción friedmaniana entre ingresos permanentes y temporales; 3) las políticas industriales tienen una larga tradición de transferencias de beneficios tributarios y financieros; y 4) existe una trama estatal y gubernamental de muy bajo nivel de articulación de las acciones de los tres niveles de gobierno tradicionales. Contexto, éste, dicho sea, a ser convertido en objeto de manejo inteligente y apropiado.
La doble condición mencionada: ventajas a desarrollar y restricciones presentes deben ser el objeto de políticas estratificadas: macro, unas; meso, otras; micro, la mayoría. Una política industrial moderna es absolutamente necesaria. No valen las anteriores. No para limitar, sino para posibilitar. Serán temas de otro artículo.
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Santiago José Guevara García
(Valencia, Venezuela)
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